La inteligencia artificial en la sexualidad humana.
Hace algunas semanas te platicamos sobre la atención que debemos poner a la manera en que la tecnología está mediando las experiencias sexuales, y cómo la industria sextech está aprovechando las necesidades sexuales para inundar el mercado de nuevos productos.
Ahora queremos revisar cómo se está implementando la inteligencia artificial para poner a disposición del público dispositivos sexuales de última generación, como robots, muñecas y otros artefactos.
En el entorno en que vivimos se nos repite hasta la náusea que los dispositivos “inteligentes” están aquí para mejorar nuestra vida, y estamos asediados por su presencia.
Los sistemas de compra por internet que entregan sus productos con drones, las televisiones y teléfonos inteligentes, los sistemas de domótica para automatizar las tareas del hogar, todo esto es una realidad hoy en día.
Por tanto, no deberíamos sorprendernos de que ya existan en el mercado vibradores inteligentes y otros juguetes sexuales diseñados con la última tecnología, basada en la inteligencia artificial.
La inteligencia artificial ya está comenzando a señalar los futuros posibles para la experiencia sexual humana, mediante una serie de aplicaciones y dispositivos conectados que pueden habilitar que construyamos una intimidad con nosotros mismos, o rastrear nuestros datos para convertirnos en mejores amantes.
Aplicaciones de la AI en dispositivos sexuales.
Si bien dispositivos como los dildos han existido desde finales del siglo XIX y desde entonces no han sufrido grandes cambios -salvo el hecho de hacerlos vibrar o fabricarlos con distintos materiales y texturas-, en los años recientes varias empresas se han dedicado a tratar de incorporar nuevas tecnologías a estos artefactos.
Por ejemplo, personas que tienen una relación a distancia ahora pueden utilizar uno de estos nuevos vibradores y controlarlos de manera remota, en donde pueden ver datos del rendimiento sexual para poder optimizar las experiencias.
Para experiencias “de cuerpo completo”, desde el siglo XVI los marineros que se embarcaban en largas travesías fabricaron con tela, cuero y ropa vieja a sus propias muñecas sexuales, y después, durante la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Reich aprobó la fabricación de una muñeca para los soldados; desde entonces el salto tecnológico ha sido gigante.
En 2010 True Companion presentó a Roxxxy, el primer robot sexual realista con un esqueleto articulado con una columna vertebral flexible, conectada por bluetooth a internet y con la capacidad de mantener una conversación con su pareja humana. Para complementarlo, Rocky fue diseñado como su contraparte masculina.
Tal vez la más avanzada hasta el momento es Harmony, fabricada por Abyss Creations y parte del proyecto Realdoll, un fembot con 10 tipos de personalidad, cuya cabeza está unida a un cuerpo de alta tecnología que incluye sensores táctiles y superficies autolubricantes.
Este robot puede mantener conversaciones y crear memorias, e incluso reconocer al cliente ofreciéndole distintas expresiones faciales. Cuesta unos 10 mil dólares y está configurada como una inteligencia artificial real, que vive en un smartphone.
Quizá ya quedaron atrás los días de los vibradores a prueba de agua o con pilas recargables; si hoy en día tu vibrador no te conocer mejor que tú mismo, tal vez no podría considerarse de alta tecnología.
¿La AI entenderá tu intimidad complicada?
La revolución sexual que estamos atestiguando pone en primer lugar la intimidad personal, basada en todas las posibilidades que tenemos para ejercer nuestro libre derecho a la sexualidad, aunada a la parte tecnológica mediada por la inteligencia artificial.
Esto ha provocado que ahora no existan tantos estigmas sobre los juguetes sexuales y la masturbación, llevando a crear la categoría de “bienestar” (wellness) dentro del mercado para colocar productos que hagan sentir a quienes los usan que están ejerciendo sus derechos sexuales a plenitud y con entera libertad.
Quizá en la intimidad tengamos a nuestra disposición todos los productos tecnológicos que se nos ocurran para explorar todos los deseos y fantasías que nos inquietan.
Pero en lo social, el debate no dejará de generar confrontación al tocar temas como la heterosexualidad, la asignación de roles de acuerdo con el sexo de nacimiento, la vigencia de la monogamia, los derechos de las minorías, la educación sexual y la pertinencia de la tecnología en las experiencias sexuales.
Sabemos que las estadísticas contradicen el ideal de la monogamia, porque los divorcios y la infidelidad son algo común y a la vista de todos. ¿Cómo ayudaría la inteligencia artificial a terminar con estas contradicciones del comportamiento humano?
Por supuesto, no deberíamos esperar que la data recabada por robots y software mediante la inteligencia artificial vayan a darnos una solución definitiva a nuestras necesidades románticas, emocionales, sexuales, de amistad, financieras o de búsqueda espiritual, todo eso que pensamos que podemos encontrar en una sola persona. ¿O sí?
La relación humano/máquina siempre plantea conflictos éticos y morales, y en el cine y literatura de ciencia ficción podemos encontrar muchas explicaciones del futuro que le depara a esta relación.
En todas estas versiones del uso de la inteligencia artificial siempre subyace algo oculto y peligroso; pero no sería más que una dimensión de nosotros mismos.