Meta, más que un nuevo nombre.
La decisión de Facebook de poner por debajo su nombre tan presente en el ideario colectivo en favor de un sufijo de origen griego (meta = más allá) no debe verse simplemente como un movimiento de marketing digital, porque representa un enfoque ambicioso con la intención crear una nueva realidad.
Si bien un adelanto de este “metaverso” puede experimentarse dentro de las comunidades gamers con la creación de avatares y escenarios específicos en el mundo virtual, la idea de Meta va más allá de un simple “rebranding” en términos de marketing digital, y apunta justamente a la creación de esta nueva realidad construida encima de la realidad tradicional.
Quizá de manera aleatoria, no relacionada e inconexa con cualquier sospecha, el nombre que eligió el CEO de Facebook, Mark Zuckerberg para renombrar sus emprendimientos tecnológicos, significa “muerte” en hebreo, como curiosamente señaló en días recientes un artículo del The Jerusalem Post. No hay que alarmarse, es una explicación posible y un dato curioso.
A muchos sorprendió que Zuckerberg haya anunciado que Facebook dejaría de ser lo que es para convertirse en “Meta” a partir de ahora, ya que es conocido el tamaño de una empresa como Facebook, y es inevitable pensar en las razones que motivaron a este gigante a cambiar radicalmente su nombre.
La sorpresa se suma al timing con el que fue liberado el anuncio -justo en vísperas de Halloween-, por ser de manera irónica fechas donde se celebra la muerte, aunque seguramente es una coincidencia que no obedece a estudios de mercado ni estrategias de marketing…
Como salido de alguna novela distópica de ciencia ficción, el concepto Meta es más que solo un nombre, y parece aludir a un “metaverso”, un lugar/no lugar donde se desdoblan nuestros hábitos de consumo digital mediante aplicaciones, para darnos una perspectiva más profunda, que puede tener consecuencias ya no solo en nuestro día a día común y corriente, sino también en el nuevo mundo virtual que está gestándose.
Más allá de la conspiración.
El nuevo concepto de Meta está confeccionado para capturar toda la experiencia de uso de las aplicaciones de Facebook y llevarla a un nivel mucho más invasivo a la privacidad, lo que ha levantado legítimas dudas e inquietudes. En donde unos ven un paso lógico de la incorporación tecnológica a las profundidades del ser, otros tienen miedo porque ven el terror detrás de Meta.
Al tener en custodia la información personal, de consumo y de intereses más grande del mundo, Zuckerberg está construyendo algo real, algo con un plan estructurado que pareció encontrar rumbo desde 2014, cuando Facebook concretó con 2 mil millones de dólares la compra de Oculus, una compañía de realidad virtual con cuyo potencial “podrían hacerse posibles experiencias imposibles”.
Oculus, al destacarse como el desarrollador de hardware de realidad virtual más avanzado y propositivo en el mercado, sedujo a Zuckerberg para intentar llevar su idea de un “metauniverse” a bases más sólidas.
La propuesta que se vislumbra es la de un mundo de conectividad total y permanente, donde cualquier servicio que se oferte estará filtrado por la compañía central (Meta), creando una especie de internet alterno dentro del cual podrá excluir o incluir a compañías de la competencia -como Google- en una suerte de visión corporativa paranoide.
Con un peso determinante la inteligencia artificial y los algoritmos serán los constructores de nuestra vida e interacciones en el mundo de Meta, en una realidad transhumanista, replegada a una zona en donde la humanidad entendida como normal ahora tendrá otra manera de presentarse y de ser vivida.
Una vida virtual en donde todos cuenten con la posibilidad de evitar la dura realidad física, a pesar de ejemplos contradictorios, como las acusaciones contra Instagram por ser “tóxica” para los adolescentes. Es parte de la solución que propone culpar a la penetración de las redes sociales de problemas que son mucho más profundos en la sociedad.
Nueva realidad, nuevos comportamientos.
No es que nos resulte algo nuevo el reconocer que el uso que le damos a las herramientas tecnológicas no siempre es el mejor.
La facilidad con la que Facebook ha conectado a generaciones enteras con la información y los productos de manera directa ha permitido que veamos cómo se forma un nuevo comportamiento social dentro de esta red.
Ya se demostró que una caída en los servicios de Facebook puede desencadenar afectaciones y pérdidas reales de los consumidores que han delegado sus canales de comunicación y negocios a los servidores de Mark Zuckerberg. ¿Cómo garantizará la experiencia de Meta que esto no vuelva a ocurrir?
Después de la “nueva normalidad” que se ha colocado como un mantra en la opinión pública a raíz de la pandemia, puedes comenzar a ver los intentos de imposición de ciertas medidas como los llamados “pasaportes sanitarios”, y distintas restricciones a la vida que llevábamos con anterioridad.
Para salir del sombrío y desesperanzador mundo postpandemia, la opción de crear una nueva identidad online y abrazar el metaverso estará a nuestra disposición.
Los temores a la supuesta implantación de chips, la transición hacia la tecnología 5G y otros temas que siguen siendo estigmatizados bajo la lógica científica, serán simplemente una opción que podremos tomar o no; mejor será irnos a nuestro mundo creado en Meta a vivir nuestra otra realidad.
Si se piensa de esta forma, como ha sugerido recientemente el filósofo coreano Byung-Chul Han en su nuevo libro, estamos en el umbral de una nueva “religión tecnológica”, en donde el “like” puede ser tomado como el “amén” que tejemos mediante nuestro smartphone, que funcionaría como un rosario.
La vigilancia del contenido y la monetización del mismo con publicidad han sido el modelo de crecimiento de Facebook, y el surgimiento de un universo virtual más potenciado con Meta que requerirá datos biométricos y controles más estrictos, solo augura una nueva era de artificios.