El espejismo de la libertad digital.
Facebook resultó un ser sensible al que no le gustan ciertos temas y ciertas palabras. La empresa se ha pronunciado en repetidas ocasiones en contra de la promoción de contenido sensible, como puede ser el discurso de incitación al odio, las imágenes de desnudos o la desinformación. Pero si tienes la documentación que te piden y el dinero suficiente, entonces podrás promocionar tus contenidos una vez los hayas adecuado a sus estándares.
Por ejemplo, la información que es considerada falsa es detenida al momento que se intenta publicar, gracias al trabajo que realizan verificadores independientes de la AFP América Latina. Los verificadores de datos deben estar registrados en la Red Internacional de verificación de datos (IFCN) y seguir un “código de principios”, con el fin de impedir que en la red social se difundan noticias falsas.
Son medidas que se han ido tomando conforme la historia de datos y algoritmos atraviesa nuestras realidades, cuando se partió del supuesto de la circulación libre y horizontal de la información en internet. A pesar de este ambiente de libertad digital, a muchos se nos olvidó que quienes seguían teniendo el sartén por el mango eran las empresas.
La materia prima con la que trabajan las plataformas de redes sociales es la información personal, misma que les damos a manos llenas sin siquiera leer los términos y condiciones, con tal de tener la posibilidad de ver cómo nos quedarían unas orejas y un hocico de perrito en nuestras fotos de perfil, o para tener un marco que les diga a los demás que apoyamos la causa social que promociona Facebook como si fuera la última moda.
Un espejismo es justamente eso, una ilusión. En medio de la soledad del desierto y con cansancio encima, queremos ver lo que nos satisfaga y nos conforte, y no la inmensidad aprehensiva que realmente nos rodea. La ilusión de que sabemos surfear las olas de la información digital, de que tenemos el punto de vista y el juicio adecuados, porque así nos lo confirman los likes de nuestros contactos.
Esa ilusión en la que se nos olvida que el riesgo de una nueva filtración masiva de datos sigue latente, como ya ocurrió en 2016, cuando la consultora británica Cambridge Analytica requisó la información personal de más de 50 millones de usuarios de Faceebook con el fin de construir un programa informático destinado a predecir las decisiones de los votantes e influir en ellas, impulsando la candidatura de Donald Trump en Estados Unidos.
En nuestra ilusión, nos sentimos realizados sumándonos a causas sociales específicas desde nuestros perfiles, cuando la toma de decisiones importantes sigue fuera de nuestra esfera de influencia y acción.
¿Te remuevo el contenido?
De acuerdo con Artículo 19, México ya alcanzó el primer lugar mundial en solicitudes de remoción de contenidos en esta red social. En los últimos tres años las autoridades nacionales han presentado más de 38 mil solicitudes de remoción de publicaciones, tanto en Facebook como en Twitter y Google. Esta remoción de contenidos puede ser un pretexto para socavar el derecho a la libertad de expresión de lo usuarios de estas redes.
Esta organización explica que la remoción de contenidos restringe la circulación de información en internet, valiéndose del despliegue de recursos jurídicos y mecanismos privados que limitan su acceso.
Si bien en varias ocasiones legisladores y grupos de poder han querido influir en la reglamentación de los comportamientos en redes sociales, al grado de querer hasta prohibir los memes, lo cierto es que sigue prevaleciendo un vacío de información y no se tiene un fundamento legal por parte de las autoridades para hacer estas peticiones de restricción de contenidos.
Según el informe #LibertadNoDisponible: Censura y remoción de contenido en México, solo se conoce una de cada 10 solicitudes presentadas por parte de autoridades mexicanas ante las plataformas digitales, por lo cual no podemos conocer los términos en que se plantearon el 95% de estas remociones, donde no hay transparencia ni rendición de cuentas.
Tenemos una vida digital que está determinada por el consumo que hacemos y los hábitos que desplegamos durante el recorrido que hacemos por las distintas redes sociales. Incrédulos, nos sorprendemos cuando, al ir bajando en nuestro feed, van apareciendo productos que habíamos pensado comprar, cursos de coaching, medicamentos, contenidos que jamás hemos consumido, entre otras ofertas que jamás solicitamos.
Entonces, piensas: “¿Me estarán espiando?”. Apaga tu cámara y tu micrófono, te están viendo y te escuchan fuerte y claro.