Los Cabos. El otro lado del spring break.

La imagen cliché del spring breaker la puedes ver diario, a todas horas, durante la temporada alta de primavera en los principales destinos de playa de México. A pesar de la oferta de playas que tiene la zona de Los Cabos y la gran derrama económica que genera la llegada de este tipo de turismo, existe otro lado del spring break que pocas veces queremos voltear a ver.

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Un destino de lujo para el spring breaker.

Cabo San Lucas es casi el hábitat natural de toda la fauna spring breaker gringa. Pasó de ser un campo pesquero de 4 mil habitantes, enclavado en el extremo austral de Baja California Sur a inicios de 1980, a una caótica ciudad turística que actualmente tiene más de 200 mil habitantes, la mayoría venidos del interior de la República en busca de oportunidades laborales en la industria del turismo de clase mundial.

Es notoria la diferencia entre el tipo de turistas que visitan Cabo San Lucas y San José del Cabo, las dos principales ciudades del municipio de Los Cabos. Ambas están unidas por un corredor turístico de 35 kilómetros en el que se pueden encontrar decenas de hermosas playas y muchos de los complejos hoteleros más exclusivos de América Latina, en donde se tiene la tarifa hotelera más alta del país, que supera fácilmente los 400 dólares.

Mientras en San José del Cabo el turista busca experiencias más ligadas al bienestar, el relajamiento y la contemplación, en Cabo San Lucas las cosas se ponen más frenéticas, con turistas buscando fiesta y alcohol por todos lados y a todas horas.

Tan solo en la temporada de spring break de este año, se tuvo una ocupación promedio de casi 45%, gracias al avance en los planes de vacunación contra Covid-19 en Estados Unidos, de donde procede el grueso del mercado turístico que se aloja en este destino. De hecho, más de 90 mil turistas registraron su visita durante las dos semanas de spring break, que dejaron una derrama económica promedio de 120 dólares por persona diariamente sin contar el hospedaje, que alcanzó el récord de 500 dólares por noche.

Sin duda son grandes cifras, que confirman el perfil de turismo de lujo que se da cita en este spot, y que al mismo tiempo crea un sinnúmero de oportunidades para que los miles de trabajadores que vienen de todo el país -e incluso del extranjero- se llenen los bolsillos con las generosas propinas que dejan los visitantes.

Pero ¿qué tantos desmadres hacen los spring breakers en cuanto arriban al destino? ¿Qué opinión tienen los habitantes locales sobre el comportamiento de esta fauna? ¿A costa de qué están dispuestos los trabajadores a llevarse esos dólares a la bolsa?

El otro lado del spring break en Los Cabos.

La temporada de spring break de este 2021 quedó invariablemente marcada por la emergencia sanitaria internacional por el coronavirus. Restaurantes, antros y todo tipo de clubes, en muchos casos, dejaron de guardar las medidas de sanidad, sin ofrecer gel antibacterial, permitiendo el acceso sin el uso de cubrebocas y sin llevar el control de temperatura de los asistentes.

Puede verse por las noches, cuando el centro de Cabo San Lucas se convierte en un hervidero de douchebags intentando entrar con prepotencia a cada club abierto en el corredor turístico. Aunque los prestadores de servicios turísticos habían anunciado la cancelación de las actividades de spring break para esta temporada, lo cierto es que eso no ocurrió.

Como hemos visto en películas, muchas universidades hacen sus fiestas en Los Cabos, es ya una tradición para miles de estudiantes que esperan el fin de cursos para vivir el festejo más épico de sus vidas. La barra del bar en llamas, mientras todos saltan al ritmo que marcan los dj’s más top de la temporada, e incluso a artistas que solo vienen a tocar a muchos de los clubes en Cabo San Lucas, como el Mandala, el Squid Roe o La Vaquita.

Evocando en su propia escala la célebre atmósfera de la Avenida Revolución, en Tijuana, podemos distinguir algo característico en el centro de San Lucas. Además de los bares y clubes famosos con la música a todo volumen y brillantes marquesinas y efectos láser, por todo el centro lo que más se alcanzan a ver son farmacias.

Podríamos preguntarnos por qué tanta farmacia, pero solo volteando hacia la esquina podemos ver a alguna chica spring breaker vomitando a la salida de algún club, y entender la necesidad de tener tantas farmacias cercanas a estos lugares de ocio y esparcimiento. Se requiere de potentes analgésicos, tafil, cialis, viagra, todo tipo de drogas de farmacia para que la noche de los spring breakers no se detenga por nada.

Para muchos de estos estudiantes que acuden en manada al spring break para liberarse de las restricciones legales o familiares que tienen en Estados Unidos, puede resultar una experiencia liberadora. Su primera gran borrachera, su primera relación sexual, el viaje soñado con el grupo de amigos, todos son escenarios posibles. Para algunos otros, será una experiencia terrible. Relaciones no consensuadas alimentadas por drogas y alcohol, embarazos no deseados, y la vergüenza de enfrentar las consecuencias de regreso a casa. 

Mientras el trabajador que se aplicó y se movió, llegará a casa con las bolsas cargadas de dólares, luego de, tal vez, sufrir la prepotencia de algunos clientes -o si corrió con suerte, hasta contar la clásica anécdota de “me ligué a una gringa”- con la idea en mente de salir de ese paraíso desértico donde cada hora que pasa hay menos agua potable, y en donde solo quien tiene el dinero suficiente para pagar puede disfrutar.

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