Un virus toma la corona del mundo.

Ya sea que creas que tuvo su origen en una exótica sopa de murciélago, o que supongas que todo es una maquinación perversa de las élites que gobiernan desde las sombras, es un hecho que el mundo está asustado y paralizado por un nuevo virus. Qué más da si estamos viendo el desarrollo de una guerra biológica entre las grandes potencias como China, Estados Unidos y Rusia; solo podemos teorizar desde el confinamiento en nuestras casas.

El virus Covid-19, parte de los coronavirus y de reciente descubrimiento, se esparció rápidamente por el mundo creando una alarma internacional y una declaratoria de pandemia. Al parecer, todo empezó desde diciembre del año pasado con un brote registrado en Wuhan, ciudad china que actuó con rapidez, restringiendo los desplazamientos de sus ciudadanos y levantando hospitales en tiempo récord, para evitar la propagación masiva.

13.8 millones de personas en todo el mundo se han contagiado.

Al parecer, todo empezó desde diciembre del año pasado con un brote registrado en Wuhan, ciudad china que actuó con rapidez, restringiendo los desplazamientos de sus ciudadanos y levantando hospitales en tiempo récord, para evitar la propagación masiva.

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Hasta el momento no se ha podido determinar completamente el comportamiento de este coronavirus, se va conociendo sobre él conforme se esparce por el mundo, y las medidas adoptadas por cada gobierno, así como las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, siguen siendo solamente intentos limitados para tratar de controlar el número de contagios y no saturar los servicios de salud.

Las recomendaciones generales de las autoridades internacionales y nacionales han sido las de reforzar los protocolos de higiene y el quedarse en casa, aunque no todas las personas pueden darse el lujo de trabajar desde casa o simplemente parar sus actividades económicas para acatar estas iniciativas.

El sentimiento de miedo provocado por esta situación es fuente de la paranoia, el pánico y la incertidumbre, y puede sacar a relucir nuestra peor versión. Muchos se han convertido en vigilantes sin escrúpulos que a la menor provocación cancelan y señalan a las personas por no quedarse en casa y por no guardar Susana Distancia, sin tener en cuenta que quizás este momento debería forzarnos a pensar más allá de nuestras narices y buscar la empatía, y que esta sea el motor que dinamice un nuevo tipo de convivencia social.

Algunos sectores de izquierda están viendo en esta pandemia una especie de profecía del final del sistema capitalista, mientras sectores reaccionarios pugnan por la supervivencia del más apto, en una suerte de selección natural que ignora las desigualdades sociales. Como nunca, ahora es más importante aprender a navegar entre las llamadas fake news, entre los rumores, y entre la información oficial. Luchar contra el impulso de querer opinar de todo creyendo que se posee la razón y la última conclusión respecto a la situación que estamos viviendo.

Estados Unidos, Brasil, India, Rusia y Perú son los países que actualmente tienen el mayor número de casos registrados.

El ser humano parece estar en el umbral de una nueva confrontación existencial consigo mismo; orillado a pensar en el aislamiento voluntario u obligado sobre su papel como agente social, sobre la importancia de reflexionar y actuar desde la comunidad inmediata, y desentrañar la artificialidad de las relaciones que mueven la política, la economía y la sociedad.

De acuerdo con BrandZ 2020, durante esta pandemia, Netflix ha incrementado su valor en un 7%, y Amazon sigue siendo la marca más valiosa, con 415, 855 millones de dólares, un incremento de 32%. Por su parte, Tik Tok se ha convertido en la red social de la pandemia, al entrar en el lugar 79 entre las 100 marcas de mayor valor, mientras Facebook, a pesar de ocupar la octava posición, perdió 7% de su valor respecto al año pasado.

¿Se quedará este virus con la corona del mundo? Tal vez desde una nueva manera de entender nuestras interacciones podamos terminar con este reinado virulento. Si no, al sigamos lavándonos las manos, en el buen sentido.

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