Monthly Archives: abril 2022

¿Te animarías a probar tres de los tragos más odiados?

No abuses del amable servicio del bartender.

Entras a un bar y llegas directo a la barra, donde esperas que el cantinero a cargo te reciba con la amabilidad de siempre y con los mejores tragos.

En general, cualquiera que esté al frente de una barra estaría feliz y dispuesto a ayudarte a encontrar el trago perfecto para ti, o bien, complacerte con tu favorito si ya lo conoces la carta de memoria y siempre pides el mismo.

Como en cualquier otro empleo, no importa que te encante lo que haces y lo disfrutes, pero hay cosas con las que simplemente no estás dispuesto a lidiar porque tal vez es una cuestión de principios.

Quizá en una larga jornada sirviendo tragos solo estás esperando terminar el turno y largarte a casa, justo al momento en el que entra al bar un grupo con una orden muy particular que te extirpa el alma, aunque seas el bartender más experimentado.

Estamos de acuerdo con que el personal de la industria de la hostelería está ahí para dar el mejor servicio posible, pero no olvidemos que siguen siendo personas sensibles y que pueden verse en un dilema cuando los límites del sentido común en una orden son rebasados.

¿Crees que tienes la razón en pedir cualquier trago que se te ocurra o estás dispuesto a escuchar la recomendación experimentada de tu bartender?

Te dejamos una lista con tres de los tragos más aborrecidos tanto por los encargados de la barra como por los parroquianos.

Photo by Louis Hansel on Unsplash

Semen de pitufo.

El famoso pitufo azul, azulito o semen de pitufo, se ha ganado a pulso una horda de detractores que lo aborrecen hasta ponerse azules del coraje. El trago inspirado en la caricatura belga que nos acompañó durante la infancia adquirió una mala fama por la mezcla tan fuerte y desproporcionada de sus ingredientes.

Sabemos que en muchos barrios de México el pitufo es el favorito para seguir la peda durante toda la madrugada, porque eso sí, pega bastante duro.

El llamativo color azul se debe a su ingrediente estrella, el boost, una bebida energizante que se mezcla con soda de limón, vodka, Curacao azul y hielos. Solo con estos te queda el clásico “azulito”, pero si lo quieres convertir en semen (palabras limpias), deberás agregar crema de coco y leche evaporada, y si es tu gusto sustituir el vodka por el ron que tengas a la mano.

White Russian.

Sí, no podemos negar que estamos frente a un clásico de la coctelería. Quizá si estás en tu casa como The Dude, el personaje central de The Big Lebowski, no tendríamos inconveniente en que te prepares todos los rusos blancos que quieras; pero después de medianoche en medio de un bar atestado de clientes, quizá deberías pensarlo mejor.

Al ser un trago no precisamente equilibrado en sus ingredientes, debes entender que tiene su momento y lugar oportunos para prepararse. Katy Gueste, una veterana de la industria que sirve tragos en Nueva York aseguró que una vez le negó un White Russian a un cliente que se lo pidió en un club a las dos de la mañana: “tenía todos los ingredientes para hacerlo, pero le dije que no. ¿Quién confía en los lácteos de un club nocturno a esas horas?”.

Te recomendamos que esperes a llegar a casa, y con la habilidad del personaje interpretado por Jeff Bridges en esa cinta de culto, agarres todo el hielo que te quepa en la mano y lo avientes a tu vaso, le tires vodka, licor de café y toda la crema o leche que quieras. Tómatelo hasta que te chorree por el bigote y baje por tu quijada. Total, estás en tu casa.

Martini.

El epítome de la sofisticación es estar en la barra de un bar con un Martini al lado mientras de fondo un pianista toca un aburrido soft jazz.

Aunque para muchos pueda ser una imagen idílica, lo cierto es que otros tantos no soportan la fanfarronería de los mamadores que acuden a las barras y los speak easy solo a evocar esa aura de esnobismo.

¿Qué te separa de pedir solo un trago de vodka frío en un vaso de ser tan esnob? Solo la palabra Martini, un par de aceitunas y una copa bonita. Por supuesto, nunca será equiparable ese mismo vodka servido en un vaso que solo se llenará hasta la mitad, que verlo en una cristalería fina. 

Xania Woodman, una camarera que sirve en Utah, comentó que cuando alguien le pide un Martini con una aceituna ella le pone tres, “en un intento de desplazar el volumen y que se vea más lleno. Pero es lo más triste y vergonzoso que tengo que hacer”.

Entiende que ni en tus mejores sueños te vas a ver tan sofisticado y confiado como Daniel Craig en Casino Royale dando las indicaciones para que te traigan un Dry Martini como a ti te gusta, aunque te sepas de memoria la receta. Olvídalo.

Claro que existen muchos otros cocteles odiados, pero creemos que estos son buenos ejemplos por las razones que te expusimos: el balance deficiente en sus ingredientes, el momento y lugar equivocados para pedirlos, y la imagen que das al tomártelos.

¿Ya le has entrado a alguno de estos tragos? ¿Cuál crees que nos faltó en la lista?

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Oscar 2022, el ritual de odio y morbo para seguir vigentes.

Una ceremonia decadente.

Con el paso de las décadas los premios Oscar se han convertido en ceremonias decadentes, donde más allá de premiar el arte cinematográfico se ha creado una plataforma para que las figuras vigentes del entretenimiento nos aleccionen con las ideologías en curso, nos digan cómo tenemos que vivir y cómo ser mejores defendiendo lo que ellos creen y haciendo lo que ellos hacen.

Si bien la entrega 94 de los Oscar venció a la edición anterior con un rebote al alza en espectadores, ésta fue la segunda menos vista para una premiación. La ceremonia realizada la tarde del domingo 27 de marzo atrajo a una audiencia mayor que la del año pasado, cuando cayó a su mínimo histórico, pero el interés siguió siendo bajo en medio del hábito que tenemos por estar viendo otros canales al mismo tiempo. 

La empresa Nielsen, encargada de medir el rating televisivo, confirmó que hubo al menos 15.4 millones de espectadores en la cadena ABC, un 56% más que los 9.85 millones de televidentes que sintonizaron la premiación el año pasado.

Desde 1998, cuando Titanic arrasó con las estatuillas, no se ha recuperado el rating y la relevancia de esta ceremonia, frecuentemente criticada por ser maratónica, aburrida, “demasiado blanca” y demasiado politizada. Entonces ¿cómo hacer para recuperar el interés de las audiencias? Creando símbolos de odio y morbo para capturar la energía y atención de los espectadores.

Will Smith, el “Príncipe del Slap”.

Luego de un par de horas de una premiación sosa, la transmisión tuvo un giro interesante cuando Will Smith subió al escenario para abofetear a Chris Rock por contar un chiste de mal gusto sobre su esposa. Menos de una hora después, el “Príncipe del Slap” subía al estrado para recibir el premio al mejor actor del año por su desempeño en King Richard.

El comediante Chris Rock, presentador del evento, comenzó realizando bromas sobre Penélope Cruz y Javier Bardem; luego se dirige a la esposa de Will Smith, Jada Pinkett Smith, diciéndole: “no puedo esperar a verte en GI Jane 2”, que trata de una mujer soldado -interpretada por Demi Moore- que decide raparse la cabeza para su campaña en el ejército. 

Cuando hace ese chiste, la cara de Jada fue de incomodidad, volteando los ojos y frunciendo los labios en señal de desaprobación, ya que ella ha hablado públicamente de que tiene un problema de alopecia.

Ante la molestia de su esposa, Will se pone de pie y se dirige directo a confrontar a Chris Rock y sin mediar palabra le suelta una bofetada, misma que Rock pareciera estar esperando, por el lenguaje corporal que mostró, colocando sus manos detrás y echando el tronco para adelante.

En medio de una atmósfera muy tensa e incómoda por el golpe en la transmisión en vivo, Rock no tuvo más que seguir tratando de aminorar la escena continuando con lo programado, ante la mirada estupefacta de los asistentes. Mientras, y desde su asiento, Smith siguió reclamando y gritándole a Rock: “keep my wife’s name out of your fucking mouth”.

Si bien al día siguiente el “Príncipe del Slap” se disculpó con Rock, con la Academia y con los espectadores, de acuerdo con la legislación californiana, Rock tendría hasta seis meses para imponer una demanda en contra de Smith, quien podría ir directo a la cárcel por seis meses y además pagar una compensación de al menos 100 mil dólares por la agresión al conductor durante la ceremonia.

Por su parte, la Academia aseguró en un comunicado oficial que le pidieron a Will Smith que abandonara la ceremonia, a lo cual se negó, reconociendo que “podríamos haber manejado la situación de manera diferente”. Pero ¿cómo manejar “de manera diferente” un ritual que ya estaba programado?

Un ritual humillante de odio y morbo.

¡La bofetada! Tal vez, se trata del evento más grande en la cultura pop del año en curso y ya todos nos llenamos la boca opinando al respecto. Pero ¿por qué tiene tanta fuerza un evento de esta naturaleza?

El no tener intuición o discernimiento sobre el despliegue de odio y morbo capturado en la imagen de Will Smith cacheteando a Chris Rock debería preocuparnos. Nos clavamos en hacer memes, en sacar clips de cuando Smith se rio de otros chistes en otras ceremonias, en analizar a profundidad el despliegue de cámaras y producción para demostrar el punto de que fue un montaje; en criticar lo heteronormado y machista de ambos involucrados.

Si se ha disculpado o no Chris Rock, o si Will Smith estuvo mal por mostrarse como un macho tóxico, son cuestiones que no se acercan a la posición en que quedó Pinkett Smith, como una víctima en medio de dos actos “heteropatriarcales”: tanto el presentador que tenía el poder del micrófono en uso y el actor que ejerció el poder de la violencia para “reclamar lo que es suyo”.

Tal vez no alcancemos a entender por qué Hollywood necesita realizar estos rituales, pero hay varias respuestas posibles. Desde colocar a actrices negras como Jada a la vista de todos con sus cortes a rapa, como si se tratara de un ritual de humillación, de manera alegórica como se refiere la Biblia a las “hijas de Sion” en el libro de Isaías: “Por cuanto las hijas de Sion se ensoberbecen […] por tanto el Señor rapará la cabeza de las hijas de Sion y descubrirá sus vergüenzas”.

Incluso lecturas desde la gematría -la numerología cabalística- sugieren la aparición de una dimensión de espejos entre el 27/03/2022 pasado y el 18/05/2012, cuando Smith también abofeteó a un periodista ucraniano durante una premier. Mediante estos cálculos, se observa el péndulo en la trayectoria de Smith de un evento a otro; de lo glorioso a lo nauseabundo; de la premiación a la humillación.

El propio Smith ha estado envuelto en una serie de polémicas: desde la humillación pública que recibió cuando su esposa aceptó haberle sido infiel en cadena nacional; sus vínculos con la Cienciología, la aceptación de su relación abierta. Él mismo aseguró en su discurso al aceptar el galardón que Denzel Washington le advirtió: “Sé cuidadoso en tu mejor momento, porque es cuando el Diablo vendrá por ti”. 

Además, no es difícil notar que el nuevo show de Chris Rock, cuyos boletos se incrementaron de precio tras este altercado, se titula “Ego death” (Muerte del ego), en referencia al ritual de humillación por el que pasó frente a cámara, que lo llevará en un movimiento pendular, de la humillación al éxito.

Fuimos testigos de cómo los íconos de la industria del espectáculo fueron partícipes de un ritual de humillación pública para que la audiencia canalizara sus energías a ese sinsentido, que no tendría nada que ver con nosotros.

Sí, el odio es una energía que puede moverse mediante el morbo y aplicarse para cualquier fin; recuerda que cuando uno va al circo espera entretenerse, pero no involucrarse con los payasos.

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