Del miedo nace el adrenocromo.
No necesitamos de certezas para temer, y lo cierto es que como usuarios de las redes sociales cada vez nos es más familiar enterarnos de los pactos y rituales satánicos fraguados entre las élites oscuras que nos gobiernan.
La marea de rumores y verdades a medias de los últimos meses ha traído nuevamente a la luz el mito del adrenocromo, una droga especialmente perversa obtenida mediante las más extravagantes técnicas de tortura, con las que se busca llenar de miedo y dolor a la víctima, un niño en el mejor de los casos, presionando sus mecanismos de alerta y sobrevivencia al máximo, para forzar a su organismo a secretar adrenalina pura. Mientras la presa sea sometida a mayor estrés y miedo, el ritual será más efectivo.
La adrenalina es una hormona desprendida por las glándulas suprarrenales, que viaja por el torrente sanguíneo a todo el cuerpo, principalmente a donde se le es requerida. Siguiendo esta lógica, si una persona es sometida a una experiencia límite de dolor físico y psicológico que amenace su vida, la adrenalina actuará de manera explosiva. Para conseguir un consumo más puro, se extrae la sangre cargada de adrenalina de esta glándula arriba de los riñones, de la médula ósea o de las arterias principales del cuerpo, lo que obviamente implica para quien desea consumirla incurrir en el asesinato.
La información oficial es que el adrenocromo solamente es la oxidación de la adrenalina, que puede obtenerse en una presentación química, y que de hecho ha sido utilizado en la medicina para reducir sangrados en intervenciones quirúrgicas, pudiendo provocar algunas reacciones psicóticas; sin embargo, el ambiente alrededor de este nombre podría ser mucho más oscuro y perverso de lo que podríamos imaginar.
Los dealers del rumor sobre el adrenocromo.
Veamos por un momento las versiones no confirmadas y que nos invitan a los escenarios más descabellados, en donde se habla frecuentemente de sacrificios rituales de orden satánico, llevados a cabo con el fin de alimentar a los reptiles que viven como humanos poderosos entre nosotros, que nos visitan desde una cuarta dimensión para obtener su alimento: la sangre de un bebé expuesto a altas dosis de terror.
Figuras del medio artístico, como Mel Gibson, Justin Bieber y muchos otros, han asegurado que un ritual común entre estas sectas es precisamente el de consumir sangre de niños sometidos a diversos abusos, que son moneda corriente entre la élite de actores y productores de la industria. “Son un enemigo para la humanidad” aseguró alguna vez Gibson, señalando que no teme a represalias.
La cultura popular está infestada de este tipo de historias, con públicos que ven señales de estas oscuras prácticas en películas y videos musicales. En Fear and Loathing in Las Vegas (1998), basada en el libro de Hunter S. Thompson, el periodista Raoul Duke (Johnny Depp) era advertido por su abogado, el enigmático Dr. Gonzo (Benicio del Toro), de no tocar un frasquito marrón de su arsenal de drogas, asegurando que “esa mierda hace que la mescalina pura parezca cerveza sin alcohol”.
¿Qué podemos decirles? Hay quienes han experimentado los efectos de la versión química de esta droga en carne propia, sin tener que recurrir al asesinato ni al canibalismo, asegurando que los efectos no van más allá de una ligera estimulación.
Pero esta versión no es tan extravagante como la de nuestros queridos entusiastas de las conspiraciones, que aseguran que además de las potentes alucinaciones o delirios psicóticos, en realidad los poderosos usan la droga para mantener su apariencia de reptiles camuflada de la vista del ojo humano.
Sin pruebas sobre estas retorcidas historias, lo más prudente será aplastar cualquier reptil que se cruce en nuestro camino, hacerse el fuerte para no sentir miedo, y olvidarse de la paternidad.