Cuando tu relación con el alcohol se vuelve de amor-odio.

Ciertos eventos en nuestra vida, o simplemente la edad, nos hacen darnos cuenta de que necesitamos replantear nuestra relación con el alcohol. Quizá ya no nos sienta tan bien como antes, cuando podíamos tomarnos toda la barra del bar. Luego de una resaca a la que apenas sobrevivimos, podemos jurar que dejaremos de beber por dignidad y por salud, pero no tarda mucho en aparecer una cerveza fría o un cóctel delicioso para arrastrarnos otra vez. ¿Estás en esta etapa de replanteamiento?

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¿Qué puede hacernos odiar el alcohol?

Para una persona que bebe alcohol regularmente puede haber muchas causas por las cuales deje de beber. La salud es una de las más contundentes, porque cuando llegamos a un estado de alcoholismo los daños para nuestro cuerpo pueden ser severos y derivar en alguna enfermedad grave e incluso llevarnos al panteón.

Quizá a veces la decisión de dejar de tomar está fincada en aspectos de superación personal, de mejorar como individuos y avanzar a nuevas metas en la vida, a las que no podíamos llegar por nuestra dependencia o proclividad a perder tiempo bebiendo.

Pero de acuerdo con un estudio de la Universidad de Pennsylvania las sensaciones desagradables que puede sentir alguien al ingerir alcohol puede estar influenciadas por los genes. La manera en que las personas perciben y prueban el alcohol depende de factores genéticos y las sensaciones ya sea agradables o desagradables pueden tener su fundamento en estos factores de la genética.

Desde los primeros acercamientos a una cerveza, muchas personas experimentan un sabor mucho más amargo, y con bebidas destiladas que para algunos pueden incluso producirles la sensación de quemadura, debido a la acción de varios receptores genéticos.

De acuerdo con esta investigación cuando las personas prueban el alcohol en el laboratorio, la cantidad de amargura que experimentan difiere, y estas diferencias están relacionadas con la variante del gen del receptor amargo que tiene el individuo. Esto sugiere que una mayor amargura y menos dulzura influyen en el gusto por las bebidas alcohólicas.

Aunque en este estudio solo se utilizó etanol cortado con agua, los datos recabados muestran que las sensaciones evocadas por el etanol difieren entre las personas en función de la variación genética.

A pesar de lo que revela esta investigación, lo cierto es que algunas personas pueden aprender a superar sus aversiones innatas a la amargura y consumir grandes cantidades de alcohol; mientras personas que no están predispuestas a una mayor amargura pueden optar por no consumir alcohol por razones que van más allá del gusto.

Replanteando tu relación con el alcohol.

Tal vez estás leyendo esto con una cruda encima. El dolor de cabeza, la sensación de lentitud y el malhumor te tienen otra vez en el mismo dilema: “¿cuándo voy a parar de tomar?”.

Es difícil aceptar cuando ya no soportamos los efectos de una resaca y nuestra tolerancia al alcohol disminuye. Esto debe llevarnos a reflexionar sobre la forma en que bebemos, si realmente ha dejado una marca importante en nuestra manera de relacionarnos con los demás mientras bebemos, o si razones de peso como la salud y la enfermedad deben tomar protagonismo en la decisión de dejarlo finalmente.

Puedes considerarte como un bebedor social, responsable, que no conduce cuando toma y toda una serie de buenas prácticas alrededor de la bebida. Cuando reparas en estas ocasiones, como beber solo en fin de semana, te das cuenta de que son una fórmula confiable a la que recurres por comodidad y te ves atrapado en una rutina que predetermina la manera en que asocias el consumo de alcohol con el pasar un tiempo de relajación y diversión.

En realidad, esta idea de socializar con los amigos o con la familia casi siempre se ve envuelta en el alcohol, y si todos están bebiendo ¿por qué no deberías hacerlo tú también, si también te gusta? Es parte del conflicto que muchos de quienes buscan dejar de beber tienen que afrontar, su propio entorno de socialización.

Justo por estos dilemas en los que frecuentemente nos vamos a encontrar es que el alcohol entraría en tema de discordia con el que tendremos que luchar alguna vez en la vida. Es algo que disfrutamos pero que a pesar de todo también debemos pensar en que es necesario racionar y medir nuestro consumo.

Sabes que los riesgos a la salud son latentes, que podrías tal vez mejorar económicamente si dejas de gastar tanto en alcohol, o que simplemente hay cosas que podrías estar haciendo en lugar de irte a un bar y salir hasta atrás. 

Si bien se han ideado modelos de relacionarte con el alcohol de manera sana como el “mindful drinking”, el aceptar que te gusta y que puedes convivir felizmente con él sería lo más razonable e incluso emocionalmente recomendable. 

Pero sabes que la relación amor-odio podría seguir hasta que te sientas cómodo con tus decisiones; la otra parte también sería asumir las consecuencias de esas decisiones, y cuando se trata de alcohol pueden ser despiadadas. 

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