Hikuri. El brinco del venado azul.

Un venado azul te ve deambulando por el desierto, lo empiezas a seguir para que te guíe, y notas que debajo de sus pezuñas aparece un cactus chiquito, azulado y sin espinas. Es el legendario peyote, que encierra entre sus gajos toda una tradición milenaria que le ha tocado resguardar a las culturas del norte de México y el suroeste de Estados Unidos. Le caíste bien al venado, hazle caso y déjate llevar.

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Luego de la llegada de los españoles a territorio mexicano, el cronista Fray Bernardino de Sahagún, al tener conocimiento de esta planta, aseguró que el peyote era un alimento común entre los chichimecas, ya que les daba energía y coraje para luchar y no sentir miedo, hambre o sed, como un escudo contra cualquier peligro. Incluso desde la visión europea de los conquistadores, esta planta era una “raíz del diablo”.

En realidad, para la cultura wixárika o huichol, el peyote se llama hikuri. Muchos les siguen llamando huicholes a los wixárikas, y conocen el peyote por asociación con esta cultura, que se ha diseminado por las zonas altas entre Jalisco, Durango, Zacatecas, Nayarit, y sobre todo en las zonas áridas de San Luis Potosí. El hikuri es un elemento de suma importancia, que conecta al mundo terrenal con el divino, y provee de conocimiento y sabiduría práctica.

Pero volvamos a la planta. ¿Por qué no tiene espinas como cualquier otra cactácea? Ni siquiera los animales del desierto se le acercan, porque quizá ya sepan de su desagradable amargor. Contiene más de cincuenta alcaloides, de los cuales la mescalina es la sustancia que puede producir mayores efectos alucinógenos, consumida en las cantidades adecuadas.

Estas características exigen respeto. Estando en el desierto se debe pedir permiso, dejar una ofrenda y elevar una oración. Entonces sí, puede dar inicio la búsqueda del peyote, salir en busca de su encuentro. El primero no deberá cortarse, ya que “al brinco del venado” se encuentra el segundo y entonces se puede proceder a la recolección. A fin de cuentas, la parte vivencial será la determinante, ya que los productos químicos que emana este cactus son los que alterarán el funcionamiento del sistema nervioso central.

Los efectos, al igual que la mescalina, pueden empezar entre la primera o segunda hora después de la ingestión, y duran entre siete y diez horas. Si te inyectas la mescalina directamente, hará efecto en veinte minutos. Al estar ya dentro del viaje, viene una primera fase de euforia, para luego dar paso a una etapa contemplativa y de relajación muscular. Si no hiciste nada contraindicado, no hay de qué preocuparse ya que no existen indicios de adicción física o psicológica, y tampoco evidencia de que alguna dosis de hikuri haya matado a alguien.

 

El verdadero peligro es para la planta. Esta especie está en peligro de extinción, víctima de una comercialización clandestina descontrolada, motivada por la demanda de coleccionistas y alucinados. Desde el lugareño ambicioso que ve en el turista incauto e intoxicado la posibilidad de un buen negocio, hasta integrantes de la Iglesia Nativo Americana, que se ha encargado de perpetuar el uso masivo de este cactus entre sus feligreses, tanto en Estados Unidos como en Canadá.

A los integrantes de las comunidades wixárikas se les permite cargar cien peyotes de manera personal para las ceremonias, pero en muchas ocasiones son detenidos por las autoridades y acusados de narcotráfico, a pesar de que hay acuerdos estatales que les dan el aval para poder realizar el transporte y consumo del hikuri con fines rituales. Es indispensable entender esta permisividad, porque es un elemento central entre los wixárikas, que siguen luchando por preservar su modo de vida, su arte y cosmovisión, en medio de los obstáculos que les han puesto desde la conquista, la piratería de sus artesanías y la amenaza a sus territorios por parte de empresas mineras.

Por tanto, si estás seguro de querer vivir una experiencia con el peyote, lo ideal sería que tu cuerpo, mente y alma estén completamente alineados. Debes hacer ayuno, no haber consumido ningún otro tipo de sustancia, incluyendo alcohol; además de garantizar una estabilidad emocional y pureza espiritual, tanto contigo como con la planta. Si no se está en consonancia con la vibración de una planta tan poderosa, entonces lo seguro es que se produzca un choque desafortunado.

De tu responsabilidad y sinceridad dependerá el efecto que puedas experimentar; ya que los psicoactivos pueden ser benéficos y dañinos, terapéuticos o tóxicos, según la persona, el lugar, la cantidad, la manera y el fin con que se consuman. Ahora sí, ve tras el venado azul. 

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