Satanás quiere un ritual sexual.

El cuerpo y el deseo son indivisibles. Es un aspecto que ha comprendido bien Satanás, y exige que ambos estén en sintonía para acceder a él. El sexo y el Diablo están íntimamente ligados en la cultura contemporánea, en una relación perpetuada a través del cine, la música y la religión.

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El ritual sexual de Satanás en el cine.

Desde los setenta se produjeron películas pornográficas como la clásica The Devil in Miss Jones (1973), en donde se describe un vínculo directo entre una figura femenina poseída con una fuerte carga sexual, y adoradores dispuestos a satisfacer sus deseos.

Otro ejemplo no porno es Rosemary’s Baby (1968) donde el deseo de Guy Woodhouse (Jon Casavetes) era el de alcanzar la fama como actor a toda costa, llevándolo a entregar a su propia esposa, Rosemary Woodhouse (Mia Farrow), a los perversos intereses de un culto satanista que buscaba engendrar al hijo del Diablo.

Ese filme de Roman Polanski nos dejó ver en la pantalla grande la utilización del sexo como moneda de cambio, para hacer transacciones carnales con las fuerzas sobrenaturales, y nos dejó claro que el ritual es un conjunto de prácticas para trascender de un estado previo de necesidad y ambición, a uno nuevo y supuestamente mejor, donde la consumación del deseo podría estar desprovista del alma.

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Han existido muchas maneras de entender estas prácticas. Tenemos el caso de algunas tradiciones arraigadas en la Wicca y en el Paganismo, donde el sexo sagrado es parte de prácticas espirituales; de hecho, esto es comprensible si entendemos que la Wicca es principalmente una religión de fertilidad. Dentro de esta tradición, el sexo ritual tiene diferentes propósitos: puede usarse para aumentar la energía, como fuente de poder mágico, o bien como un acto de comunión espiritual.

En contraste con los rumores sobre supuestas prácticas sexuales ligadas al satanismo, donde la coerción es parte primordial del acto, en la tradición Wicca, donde se entiende el sexo ritual como un acto sagrado, cualquier manera en que se presente debe ser consensual.

Por otro lado, en la Church of Satan de Anton LaVey, se perpetuó el estereotipo del ritual sexual satánico, donde el propio LaVey no tenía reparo en posar vestido con su típica capa con cuernitos ante el altar, rodeado de sus acólitas completamente desnudas. A raíz de estas referencias, se asoció siempre al cuerpo femenino desnudo con la obscenidad y la perversión, a menudo adornado con la estética gótica y provocativa, en una puesta en escena prácticamente teatral.

Con estos antecedentes, durante los ochenta y principios de los noventa se incrementó la cobertura mediática de los cultos satánicos, aterrorizando a las audiencias mediante aseveraciones francamente risibles e ignorantes.

Este “pánico satánico” reveló que hubo redes que se infiltraron a escuelas para abusar a niños en rituales de cultos, pero en realidad muchas de estas historias no fueron ciertas. A pesar de esto, se proclamó una epidemia de abusos rituales por toda Norteamérica, llevando a que muchos casos solo hicieran perder tiempo en las cortes, o culminando en sentencias erróneas y llevando a inocentes a la cárcel.

Más allá de la imagen estereotipada del ritual sexual satánico, donde las víctimas son expuestas en jaulas, rodeadas de velas encendidas y de sacrificios animales, debemos esforzarnos por entender la sexualidad en sintonía con las creencias personales.

Incluso dentro del ámbito del satanismo podemos revisar las discusiones de género que se están teniendo respecto a la pornografía y la sexualidad. Sería necesario examinar a profundidad la relación del sexo y el satanismo, desde la liberación y desinhibición que prevalece en unos sectores, así como la contracultura que esto ha generado.

Existe de igual manera la crítica al punto de vista cínico y utilitario de la sexualidad que han promovido LaVey y su iglesia, donde está arraigado un enfoque elitista de estratificación y manipulación. Además, se podría considerar una aproximación a aspectos más esotéricos sobre el uso de la energía sexual, como en el caso de la Wicca.

El sexo ritual, del tipo o tradición que sea, debe entenderse como un acto sagrado y específico, que debe ser ejecutado por aquellos que tienen conocimiento y entendimiento suficiente de sus implicaciones.

En este Halloween recordemos que la histeria moral sigue entre nosotros, disfrazada de lo menos pensado, y nos recuerda la necesidad perseguir los hechos, en lugar de perpetuar el desinterés ignorante.

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