Nuestra sexualidad pone en evidencia comportamientos, prácticas y hábitos relacionados con el cuerpo, y también afecta las relaciones sociales que establecemos con los demás. Es algo que incluso puede poner en conflicto las ideas y preceptos morales que defendemos, así como los discursos y significados que podemos tener sobre las normas que tratan de regir sobre algo tan íntimo como el deseo erótico y el comportamiento sexual.
El ejercicio de la sexualidad con fines reproductivos es algo que en cualquier sentido y sociedad se puede entender, pero la manera en que se vive la sexualidad y se accede a ella puede variar diametralmente de una región a otra.
En México se sigue teniendo el adjetivo de “mocho” a las sociedades que censuran toda educación sexual, y que por ende reprimen este impulso tan humano. Generalmente se distingue entre la cultura conservadora que persiste en el campo y las ciudades pequeñas, a la supuesta apertura que prevalece y se ha ido ganando en las grandes ciudades.
Pero no nos hagamos los desentendidos: mochos y libertinos hay en todos lados. El punto es promover una educación sexual acorde a las necesidades de la población, desde la etapa escolar e incluso hasta la adultez, partiendo desde algo elemental como el tratamiento de las enfermedades que puede desencadenar una vida sexual practicada de manera irresponsable y sin conocimiento.
La educación seguirá siendo la única manera de enfrentar los vicios de una cultura fincada en el machismo, como la mexicana, que ve en la sexualidad una herramienta más para seguir perpetuando una lucha desigual en las relaciones personales, familiares y sociales. Sin ir más lejos, la reciente Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública que elaboró el INEGI, confirma que menos del 10% de los delitos sexuales que son cometidos se denuncian ante las autoridades, mientras la gran mayoría de los mexicanos inician su vida sexual antes de los 18 años, propiciando que el embarazo entre adolescentes siga en aumento.
Las condiciones en que se toman decisiones para la sexualidad tienen un gran efecto en la calidad de vida, y en muchos sentidos se convierten en cuestiones de vida o muerte, si tomamos en cuenta el contexto de una cultura violenta como la mexicana, donde de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en el primer semestre de este 2020 se han registrado 566 feminicidios, un 5% más respecto al año pasado.
Es interesante destacar cómo le podemos dar importancia, para bien y para mal, a ciertas prácticas sexuales, como si los factores sociales quisieran dejar de lado aspectos como el deseo subjetivo, ya que sin esto no se podría comprender la sexualidad de las personas.
Lo complejo es entender cómo una sociedad puede procesar tantas contradicciones: de seguir denigrando y discriminando a las mujeres que ejercen su sexualidad libremente, pero alentando delitos como la trata de personas. México, donde “tu puta madre” es una de las mayores ofensas, y donde al mismo tiempo se ocupa el décimo lugar mundial en visita de sitios pornográficos, de acuerdo con el ranking 2019 que dio a conocer el sitio PornHub, siendo el primer lugar en la región de América Latina.
Realmente muchos de los grandes temas sociales en el país son atravesados de alguna manera por la falta de educación y apertura a la información sobre sexualidad. Nos puede jalar la fuerza de los brazos de la sociedad para hacernos actuar de la misma manera, de seguir perpetuando machismos y violencias contra lo que se considera diferente u ofensivo.
Debemos insistir en que el pudor, la ignorancia y la doble moral se queden fuera de la cama, porque son características que ya no deberían tener cabida en la vida sexual de los mexicanos.