Las soluciones “terroríficas” para tratar las enfermedades de transmisión sexual en la antigüedad.

Imagínate que las enfermedades de transmisión sexual siguieran siendo tratadas como en la antigüedad, con poca evidencia y mucha brutalidad en el uso de instrumentos y tratamientos; sin duda nos parecerían soluciones terroríficas a estos males.

Medieval People Plague Healer Composition

La percepción sobre las enfermedades de transmisión sexual.

Los avances en la medicina han sido una de las grandes satisfacciones para la vida de las sociedades modernas. Todos agradecemos el hecho de haber dejado en el pasado tratamientos médicos y remedios que en la actualidad parecerían sacados de una película de terror. 

La historia social sobre las políticas de salud se ha presentado de las maneras más diversas, y es prácticamente algo nuevo que tengamos accesibilidad permanente a tratamientos adecuados en farmacias y hospitales públicos y privados.

Las enfermedades de transmisión sexual han acompañado a la humanidad desde la antigüedad; en los papiros del antiguo Egipto, en la mitología, en las pinturas y esculturas de escenas eróticas, existieron representaciones de estas enfermedades, consideradas en muchos casos como una especie de “castigo divino”.

En la Biblia hay pasajes que delatan el comportamiento sexual de los antiguos hebreos, así como en la literatura griega y romana podemos encontrar sátiras que describen los padecimientos en las “partes obscenas”. Incluso los primeros médicos chinos e indios dieron cuenta de la presencia de enfermedades venéreas en sus tratados, mientras las esculturas de sus templos describían la vida sexual de sus poblaciones.

Hacia la Edad Media, muchos de los médicos y cirujanos europeos y árabes dejaron testimonio sobre las enfermedades genitales que ocurrían en sus comunidades, describiendo la aparición de chancros, erosiones, pústulas y todo tipo de secreciones uretrales y vaginales, así como el tratamiento que emplearon para tratar estos padecimientos.

Con el paso del tiempo, el entendimiento de este tipo de enfermedades comenzó a cambiar poco a poco, y muchos de los aspectos de la manera en que se transmiten y se originan fueron haciéndose más claros solo hasta el final del siglo XIX y principios del XX, teniendo hasta esos años la instauración de la venereología como disciplina encargada de estos asuntos.

Pero antes del avance moderno de la medicina, muchas de las culturas antiguas tuvieron que someterse a tratamientos y soluciones de las enfermedades de transmisión sexual que tenían que tratar por medio de la relación entre dioses, demonios y curanderos.

El terror de ser pecador y sufrir las consecuencias.

El tránsito de una práctica médica teocéntrica como la practicada en la antigua Mesopotamia, a una medicina apoyada en la ciencia ya entrado el siglo XX, fue testigo del surgimiento de tratamientos inauditos para aliviar estas enfermedades, ya que eran atribuidas a la acción de dioses y demonios sobre el comportamiento de las personas. 

De esta manera, los tratamientos consistían básicamente en suplicar a estos dioses y demonios, hacer sacrificios, o dejar todo en manos de sanadores y sabios que debían ejecutar rituales mágicos para exorcizar al enfermo y así aliviarlo.

Observamos con esto que la religión y lo mágico coexistían con la medicina, eran parte de un trabajo complementario, que seguramente no siempre arrojó los mejores resultados. 

Esta relación del pensamiento religioso con las enfermedades de transmisión sexual se ve reflejada desde tiempos bíblicos, donde estos males eran a menudo interpretados como la ira de Dios castigando a los pecadores, generalmente por mala conducta o desobediencia a su voluntad.

Así que, para tratar estos castigos en forma de enfermedad, por ejemplo, la uretritis o la clamidia, los sacerdotes ordenaban a los pacientes mantenerse alejados por al menos siete días, y su vestimenta, la ropa de cama y los vasos en que bebían eran considerados inmundos, por lo que tenía que evitarse el contacto.

Era común que, tras un enfrentamiento bélico contra algún pueblo cercano, los israelitas tomaran a mujeres como esclavas y las trasladaran a sus campamentos. Bajo el mando de Moisés, el tratamiento que se dio a las mujeres que manifestaran algún indicio de enfermedad sexual fue el asesinato, y la cuarentena de siete días para los soldados, algo que en la actualidad parecería terrorífico y difícil de entender.

Es más conocida la vida sexual en la Antigua Grecia, en donde se toleraba la prostitución, la homosexualidad, el lesbianismo y muchas otras prácticas sexuales que derivaron en todo tipo de enfermedades.

Fue la cultura que dio al mundo el legado de Hipócrates, el primero en preocuparse por recolectar casos clínicos y quien acuñó mucho del vocabulario médico que sigue utilizándose. En el célebre juramento que dejó a sus colegas médicos, Hipócrates les aconsejó evitar ser seducidos por las mujeres y esclavos en una casa como parte de la ética que debían guardar.

En cuanto a tratamientos, el médico griego también fue de los primeros en dejar escuela sobre el uso de herramientas como los espéculos, instrumentos utilizados para realizar exámenes y procedimientos en cavidades como el ano y la vagina, aunque al parecer también hay menciones del uso de espéculos en textos antiguos como el Talmud hebreo.

Después, en la Antigua Roma, todo lo conocido en cuanto a medicina y tratamientos para los males relacionados a la actividad sexual fue compendiado en “De Medicina”, texto de Aulo Cornelio Celso, hacia medidos del año 50 D.C. 

Entre algunas de las prácticas que podemos ver en ese compendio, se relata el uso de los tampones de lana empapados de drogas, que eran introducidos por la vagina para tratar distintos tipos de flujos y secreciones, así como la increíble recomendación de una “cama dura” para tratar la gonorrea tanto para hombres como para mujeres.

Los instrumentos rudimentarios y los tratamientos basados en poca evidencia, sin duda hicieron de la atención médica de las enfermedades de transmisión sexual en la antigüedad algo terrorífico para quienes las padecieron.

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