El estigma social contra el oficio más antiguo del mundo.
En Blow ya hemos tratado el problema social y moral que existe alrededor del trabajo sexual en México. En la mayoría de los países el trabajo sexual es tratado con hipocresía, porque al mismo tiempo que se le juzga por atentar contra “la moral” también es solicitado y consumido, pero sin extenderle seguridad y derechos para llevarlo a cabo en toda regla.
Mientras en nuestro país el trabajo sexual sigue en un limbo donde no se prohíbe, pero tampoco se le da certeza jurídica, en otras naciones la presión de este gremio ha rendido algunos frutos que han llevado a la imposición de ciertas medidas mínimas para garantizar la seguridad de quienes se dedican a este oficio.
Sabemos que el debate seguirá vigente, pero quizá es un paso natural en la sociedad el transitar hacia la regulación de esta actividad económica, dejando de verla bajo el velo del estigma y entenderla en los términos económicos llanos de un intercambio monetario por un servicio.
El estigma social con el que carga el trabajo sexual ha complicado la tarea de colectivos y activistas alrededor del mundo que están luchando por impulsar proyectos de ley que les den un poco de dignidad; además, el panorama es complicado puesto que los grupos contrarios, quienes se oponen a la despenalización, tienen mayores recursos para imponer su postura bajo el simple argumento de que “toda la prostitución es forzada, traficada o dirigida por el crimen organizado”.
El trabajo sexual criminalizado.
La criminalización del trabajo sexual ha provocado que quienes se dedican a esto se expongan más que en otros oficios, haciéndolos vulnerables a la violencia en un ambiente que inhibe la posibilidad de denunciar las agresiones. La falta de marcos jurídicos adecuados ha impedido que las trabajadoras sexuales accedan a la atención médica y a otros servicios y prestaciones como cualquier otro trabajador.
Además, grupos sociales vulnerables que ven en el trabajo sexual una salida económica y la oportunidad de acceder a una mejor calidad de vida se ven todavía más marginados al intentar dedicarse a esta actividad, como las mujeres trans o los inmigrantes.
Para un político presionado por tomar una postura ante este tema, siempre presará más inclinarse por mantener la criminalización de este oficio. Se cree que el pronunciarse públicamente en favor de la despenalización siendo un político en funciones lo conduciría a convertirse en blanco de burlas o lo llevarían a perder elecciones.
El estigma no afecta de la misma manera a una figura política obligada a “cuidar las formas” que a una madre que se dedicó toda su vida al trabajo sexual y tiene que mirar con vergüenza a sus hijos sin poder explicarles de manera franca a qué se dedica.
Sin la posibilidad de acceder a condiciones mínimamente dignas para ejercer su oficio, quienes se dedican al trabajo sexual continuarán viviendo al margen de la sociedad que solo los señala en frente de todos, pero que en privado solicita sus servicios.
Experiencias de la despenalización.
Este año Bélgica hizo historia al convertirse en el primer país de Europa en despenalizar oficialmente el trabajo sexual, sacándolo de su código penal. Aunque hay experiencias previas en cuanto a la dignificación de los trabajadores sexuales en otros países europeos, como Alemania, Suiza y Holanda, esta medida definitiva plantea un nuevo escenario, ya que por años este gremio ha pedido a las legislaciones de sus países dar el paso natural hacia la despenalización de esta labor.
Lo cierto es que distintas experiencias de despenalización han mostrado efectos positivos en cuanto a la violencia y acoso que sufren las trabajadoras sexuales. Por ejemplo, en Nueva Zelanda, donde la prostitución se despenalizó desde 2003, la violencia contra las trabajadoras sexuales se redujo considerablemente.
Además, de acuerdo con una revisión de más de 80 estudios realizada en 2020, “no se encontró un vínculo claro entre criminalizar el trabajo sexual y detener la trata de personas”. Con estos argumentos, se entiende que en el caso de Estados Unidos el movimiento por la despenalización del trabajo sexual esté encontrando eco en la sociedad, como ha pasado con el caso de la legalización del cannabis.
Incluso una encuesta reciente encontró que la mayoría de los estadounidenses (un 52%) estaría de acuerdo con apoyar la despenalización del trabajo sexual, esto mientras estados como Vermont, Nueva York y Oregón ya cuentan con iniciativas de ley para avanzar en este tema.
Muchos sectores seguirán presionando para que la criminalización del trabajo sexual se mantenga en sus países, pero las experiencias que señalamos han mostrado que es posible encontrar vías legales para permitir que quienes ejercen este trabajo tengan mejores condiciones para llevarlo a cabo.
¿Crees que la despenalización del trabajo sexual es un paso natural para las sociedades de estos tiempos? Estamos en una época en donde los temas éticos se discuten en áreas como la inteligencia artificial o los viajes al espacio, pero no podemos ofrecer todavía una alternativa digna para el llamado oficio más antiguo del mundo.