Transgéneros en el deporte. La discordia por la competencia.

La historia de un deportista masculino promedio que se convirtió en mujer y que ahora compite en ligas femeniles donde obtiene los primeros lugares, podría indignar a miles de personas por considerar que es una situación injusta, llevando incluso a exacerbar el odio en contra de la comunidad trans. Pero ¿qué hay detrás de la discordia que genera la participación de personas transgénero en competencias deportivas cisgénero?

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Transgéneros en la historia del deporte.

Existen varios casos históricos de la participación de personas transgénero en competencias como los Juegos Olímpicos. 

Por ejemplo, durante los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 se descubrió que la atleta Dora Ratjen, que terminó en cuarto lugar en la competencia femenina en salto de altura, era en realidad un hombre. Al parecer las autoridades del régimen nazi la obligaron a hacerse pasar por mujer para lograr un mejor posicionamiento en la competencia.

Esto sentó el precedente de que cualquier mujer que se viera “sospechosa” tenía que se revisada por médicos, haciendo una pasarela de desnudos para impedir que un hombre se colara a una competencia de mujeres; ante esta humillante práctica, a finales de los sesenta las autoridades olímpicas comenzaron a aplicar pruebas de cromosomas para tener mejor evidencia.

Pero ante las anomalías en estas pruebas, y tras el caso de la atleta española María Patiño, quien fue descalificada de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1986, las pruebas demostraron ser ineficaces por no poder determinar la masculinidad de alguien mediante ellas.

Estas pruebas de género no fueron diseñadas para apoyar a personas transgénero o transexuales, sino que se enfocaban en evitar que los hombres se hicieran pasar por mujeres para competir de manera ventajosa contra mujeres. Fue hasta 2004 que el COI abrió la puerta para los atletas transgénero en el llamado Consenso de Estocolmo, a partir del cual se han ido modificando las condiciones y requisitos para permitir la participación de personas transgénero.

Impedimentos legales y regulaciones.

En una decisión tomada en 2016 el Comité Olímpico Internacional dictaminó que las atletas trans con intención de competir en eventos femeninos no tienen la obligación de someterse a una operación de reasignación de sexo; pero sí deben de mostrar ciertos niveles de testosterona permitidos. Además, estas atletas trans deben declarar su género y no desdecirse por lo menos durante cuatro años.

Con estas controversias más vigentes que nunca, el odio ha cundido en la opinión pública para reclamar que esos espacios de competencia no deben otorgarse a competidores transgénero, por considerarlo como algo injusto.

Apenas en días recientes en Oklahoma, Iowa, Indiana y Arizona se aprobaron proyectos de ley para prohibir que los jóvenes transgénero participen en deportes femeninos. Dentro de tales proyectos también va un acuerdo para prohibirle a los médicos realizar cirugías de afirmación de género a menores de edad.

Los defensores de la prohibición de las personas transgénero en competencias deportivas femeninas seguirán alegando la asimetría e injusticia que esto representa; mientras quienes impulsan ideologías de género no dejarán de acusar que se trata de medidas discriminatorias y que atentan contra los derechos humanos.

El debate por la diversidad de cuerpos.

Este debate está envuelto en algo más que simplemente el considerar injusto que alguien que fue asignado hombre al nacer compita contra mujeres. Aquí se ven involucrados aspectos sociales y culturales que están fuertemente arraigados y que han impedido ver más allá de lo evidente.

Para muchos la cuestión tiene una respuesta fácil: “no permitir que las personas transgénero participen en competencias cisgénero”. El término cisgénero se refiere a las personas cuya identidad y expresión de género coincide con el sexo biológico que se les asignó al nacer.

De hecho, existen muchos casos que han sentado precedentes sobre los reglamentos y la inoperancia de ciertos mecanismos como las pruebas de cromosomas. Más recientemente se descubrió que la corredora sudafricana Caster Semenya era una mujer intersexual, asignada como mujer al nacer; pero en realidad ella tiene cromosomas XY y niveles de testosterona naturalmente elevados por esta condición.

En Tokio 2020 la atleta trans neozelandesa Laurel Hubbard compitió en levantamiento de pesas, generando toda una serie de críticas por estar codo a codo en la categoría de mujeres, siendo que en esa misma justa olímpica hubo al menos otro par de atletas que se asumen como trans participando en esa edición.

Los debates por la diferenciación entre la identidad sexual y la identidad de género están lejos de terminarse, ya que son conceptos relativamente nuevos y cuya introducción a distintas esferas de la vida social no ha dejado de causar controversia. Es una confrontación entre los defensores de postulados biologicistas y los activistas de ideologías específicas.

En el terreno deportivo cada disciplina tiene sus reglas establecidas, más si se desarrollan en competencias de alto rendimiento. Así que el debate sobre estos asuntos debería estar más vigente que nunca.

Las competencias deportivas fundamentan su lógica en la demostración de fuerzas, habilidades y destrezas específicas. Pero se debe tener en cuenta que los procesos corporales nunca son exactos -se sea transgénero o no- por lo que tanto hombres como mujeres, o cualquiera de ellos que no se identifique como tal, manifiestan procesos distintos: todos nos alimentamos distinto, tenemos tendencias distintas por ejemplo al querer bajar de peso, y las capacidades físicas que poseemos no son iguales por ser hombres o mujeres.

¿A quién representan los atletas transgénero? ¿A su país, a la comunidad LGBTTTIQ+, a su propia identidad y autodeterminación? Para muchas personas es perverso pensar si quiera en que un menor de edad tenga la capacidad cognitiva y de desarrollo para decidir si quiere reasignar su sexo y su género, donde incluso padres de familia que defienden estas ideologías promueven estas reasignaciones.

Ser quién eres no tendría por qué hacerte más ni menos que los otros, pero entender esto no está al alcance de cualquiera; si siendo como eres decides entrar a una competencia reglamentada, debes seguir esos estatutos. Si no te gustan, la vía es luchar por el cambio de estos, y ese proceso es el que está poniendo en conflicto a propios y extraños.

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