Dos nuevas repúblicas.
La región del Donbás, en donde se encuentran las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk -que recientemente fueron reconocidas por Rusia- ha sobrevivido a una guerra de baja intensidad durante los últimos ocho años, periodo que ha dejado alrededor de 15 mil civiles muertos.
Con un origen marcadamente ruso, la región del Donbás no es estratégica, pero para Ucrania el reconocimiento de Rusia a la independencia de Donetsk y Lugansk acaba con el Acuerdo de Minsk y allana el camino para que las fuerzas rusas avancen en territorio ucraniano.
Al menos el 12% del territorio que Ucrania tenía hace solo diez años ahora se ha separado, como Crimea que se anexó a Rusia, y ahora las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk que quedaron fuera de la jurisdicción ucraniana y son claramente afines al Kremlin.
Precisamente por la cercanía cultural de Rusia con esta región es que las autoridades han defendido la intervención en Donbás como un “acto humanitario” para garantizar el bienestar de la población rusa en esa región ucraniana.
Además, con la incursión rusa un desastre nuclear podría tomar lugar en cualquier momento, luego de fueron tomadas las instalaciones nucleares de Chernobyl, mientras toda Ucrania ha quedado bajo la ley marcial, restringiendo las libertades ciudadanas con medidas extraordinarias para garantizar el orden.
Lo cierto es que es fuerte el sentimiento de que están silenciando las voces de los habitantes de Donetsk y Lugansk en los medios dominantes en occidente. Se sabe de la existencia de yacimientos de gas en la zona, que sirve como tránsito de energéticos entre Rusia y Europa, con gasoductos que existen desde la época soviética.
La amenaza de la presencia neonazi en Ucrania.
Algunos expertos y defensores de derechos humanos a nivel internacional han señalado que Ucrania vive un proceso muy intenso de paramilitarización e incluso “nazificación” iniciado desde 2014, con el fin de provocar y tensar las relaciones con Rusia.
Azov es uno de los grupos neonazis que tienen fuerte presencia en redes sociales, donde incluso fueron vetados por Facebook y reaparecieron vía Telegram. Todo es parte de un movimiento revisionista de los gobiernos ucranianos alineados con EU y la OTAN para traer a figuras del nazismo como héroes nacionales.
Tras los Acuerdos de Minsk II que a partir de 2015 lograron un tímido alto al fuego en la zona este de Ucrania, Azov comenzó a expandirse en un movimiento social más amplio, pasando de ser una unidad militar afiliada a la Guardia Nacional de Ucrania a generar otros canales de influencia.
Mediante un Cuerpo Civil, Azov pudo llegar a sectores no militares de la sociedad, logrando en 2016 a conformar el partido político Cuerpo Nacional y dar pie a otras ramificaciones en lo que ya se conoce de hecho como el “Movimiento Azov”, de acuerdo con el periodista Michael Colborne, quien ha seguido de cerca la evolución y crecimiento de los grupos paramilitares neonazis en Ucrania.
De hecho, Azov está catalogado como un “grupo de odio nacionalista” por el Departamento de Estado norteamericano y ha sido acusado por organizaciones internacionales de derechos humanos por abusar y torturar civiles.
Sin ir tan lejos, en 2020 y 2021 la ONU aprobó una resolución que condena el nazismo, el neonazismo y el fascismo en todas sus formas. Estados Unidos y Ucrania votaron en contra de la resolución, ante el silencio de la ONU y la abstinencia de Europa.
Putin ha usado su retórica de “desnazificar” Ucrania, haciendo referencia a la complicidad que sectores de la élite política ucraniana tienen con herederos del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. En la Guardia Nacional de Ucrania hay elementos de ultraderecha “pero no es la generalidad”, aseguró el analista internacional Martín Sarthou.
La operación militar especial de Rusia en suelo ucraniano.
Por las amenazas y sanciones recibidas, por la provocación constante en sus fronteras y la poca disposición al diálogo resolutivo, Vladimir Putin decidió avanzar militarmente sobre Ucrania.
Aunque no se ha hablado mucho al respecto, la operación militar especial que ordenó Vladimir Putin para intervenir en el territorio este de Ucrania no tiene parangón en la historia militar de las últimas décadas, o al menos desde la Segunda Guerra Mundial.
La decisión de Putin de lanzar una operación militar en Donbás es consecuencia de las constantes violaciones que Ucrania emprendió contra los Acuerdos de Minsk y con los derechos humanos de los rusos étnicos de la zona, de acuerdo con Ana Teresa Gutiérrez del Cid, internacionalista.
No fue fácil adoptar una determinación de este tipo, si se toma en cuenta que las alertas enviadas por Moscú fueron ignoradas, en donde Ucrania quedaría como un gobierno que atenta incluso contra su propia población. El objetivo es “proteger a los habitantes civiles de Donbás”, y no un llamado a la invasión ni a la guerra, según defendió el mandatario ruso.
Esta avanzada militar fue sancionada por Estados Unidos y los miembros de la OTAN, frenando de inicio las operaciones del gasoducto Nord Stream 2, donde al parecer a EU no le importa dejar a su merced a Alemania y la Unión Europea ante un posible desabasto de energéticos. En realidad, Estados Unidos dejó en claro que no intervendrá en un combate contra fuerzas rusas en territorio ucraniano.
Se habla de la huida de muchas de las estructuras de presencia neonazi en Ucrania, y se avizora una campaña mediática contra Rusia todavía más intensa, para tratar de reducir la participación en los mercados energéticos y financieros.
Si bien Estados Unidos, la OTAN y la ONU seguirán dirigiéndose mediante vías diplomáticas al tiempo que financian grupos provocadores, lo más probable es que la avanzada de Rusia siga adelante hasta garantizar un mínimo de soberanía en los territorios del Donbás.
Porque para muchos los agresores desde 2014 han seguido siendo Washington, Londres y la junta neonazi ucraniana, no Moscú.