El juego de la inflación.
En México, las consecuencias del disparo de la inflación ya comenzaron a sentirse en los precios de las gasolinas y otros servicios. De acuerdo con el INEGI, la inflación se ubicó en 7.45% durante la primera quincena de diciembre; es decir, la cifra más alta en los últimos veinte años.
Si comparamos los precios de las gasolinas se evidencia un encarecimiento, ya que la premium se elevó en promedio 19% por encima de la inflación mientras la magna se mantuvo 11% por encima de este indicador, de acuerdo con los promedios anuales de 2020 a 2021. Esto quiere decir que no se está cumpliendo el compromiso del gobierno federal de “no aumentar el precio de las gasolinas, el gas, el diésel y la luz más allá de la inflación”.
Esto se trata de simples cifras que parecen estar mudas y estériles; pero cuando nos vemos obligados a reflexionar sobre cuánto cuesta realmente vivir en este país en medio de estas condiciones comparado con lo que gastamos el año anterior, el número real de la inflación que dan las autoridades no está ni siquiera cerca de ese 7.45%.
No debemos equivocarnos en la mira. La debacle económica que provocó la pandemia cuando recién comenzaron las restricciones en 2020 -generando un estancamiento de las actividades productivas- fue el mismo escenario que permitió el rebote de la economía en este 2021; pero el suelo estadístico del que partiremos en 2022 no será el mismo puesto que la vara está más alta.
Si bien durante la segunda mitad de 2021 se aceleró esta recuperación de indicadores económicos debido al levantamiento de algunas restricciones, que derivó en mayor gasto y mejor consumo, sería algo extraordinario esperar que la economía en 2022 pueda repetir la hazaña de recuperación económica que vimos en los últimos seis meses.
Se espera que los aumentos de precios a productos de la canasta básica sigan avanzando sin detenerse, impidiendo que el poder adquisitivo de los salarios pueda recuperarse con el mismo ritmo al que están creciendo los precios.
Los escenarios de la próxima emergencia económica.
La restricción de actividades comerciales y económicas ha sido el síntoma más inmediato de las políticas públicas que se han dictado para hacer frente a la emergencia mundial por la pandemia en todos los países.
Antes, te habíamos advertido sobre la inminencia de una Gran Depresión por los problemas en las cadenas de suministros a nivel internacional, pero ahora se trata de entender que los indicadores de la inflación podrían ser solo la entrada a un estado de emergencia económica de larga duración.
Ignoramos las señales por mucho tiempo, y ahora tenemos enfrente los desafíos que se ciernen sobre las economías mundiales. Por ejemplo, en países como Argentina se estima que habrá menos dólares circulando en la economía para este año que arranca en comparación con el anterior, por lo que los bancos centrales tendrán que maniobrar en un contexto de menor disponibilidad de divisas.
En Estados Unidos la Reserva Federal (FED) puede verse acorralada, ya que las decisiones que ha tomado de inyectar billones de dólares al sistema financiero para hacer frente a la deuda soberana, sumado a acciones como la de incrementar los apoyos sociales, solo ponen en desventaja la economía de ese país, donde se está experimentando un ritmo acelerado en la inflación a niveles que no se veían desde 1982.
No es de extrañar que, si la mayoría de las economías desarrolladas y en desarrollo siguen manejando su política monetaria conforme el ánimo de la FED, también estén enfrentando escenarios de inflación. Tan solo en México, en la última reunión de Banxico se decidió aumentar por quinta vez consecutiva la tasa de interés interbancaria en 50 puntos base, quedando en 5.50% este indicador; esto quiere decir que está asustado por el fenómeno inflacionario.
La inflación solo es reflejo del miedo.
Quizá la mayoría llegamos a pensar que todo este asunto de la pandemia terminaría pronto y nos fuimos a abarrotar los centros comerciales en cuanto volvieron a abrir. Pero no entendemos que en realidad estamos entrando en una fase de emergencia económica de largo plazo.
Las variantes de coronavirus siguen apareciendo una tras otra, en oleadas que inundan la estabilidad emocional y financiera de las personas. No se necesita ser un genio para adivinar las consecuencias que el temor insensato de las personas puede tener en la vida económica de los países.
Las grandes empresas, desde los fabricantes de alimentos como Kraft o Mondelez hasta IKEA, están adelantando que sus productos elevarán sus costos en las próximas semanas, y esto solo refleja que la inflación no podrá controlarse solamente subiendo las tasas de interés e inyectando dólares al sistema financiero, como siempre han hecho los bancos centrales.
Los bancos centrales saben que no pueden mantener una política de subida permanente de tasas, porque el verdadero problema podría desencadenarse cuando sus políticas tengan que normalizarse y entonces no puedan lidiar con las burbujas crediticias y de activos.
Para muchos de los analistas que cuestionan los procedimientos maniqueos de la FED, las perspectivas para 2022 son francamente horribles.
Basta con ver la actitud de Estados Unidos ante Ómicron para tener una perspectiva de la gravedad del asunto. La política de Biden de entregar cheques a diestra y siniestra y la falta de trabajadores en el sector servicios se conjuga con el miedo; esto es un veneno para cualquier sistema económico y social, y los niveles de miedo que podemos ver entre los estadounidenses siguen en ascenso.
Ten en cuenta que lo que aquí hemos descrito solamente puede tomarse como una fotografía, la imagen de un momento. El mundo se ve feo, miedoso y preocupado, pero dependerá de nosotros adaptarnos para darle un mejor rostro.
