Precarización y explotación laboral en plataformas digitales.
Para deslocalizar y dar trabajo a personas peor pagadas, cuyos derechos son menos valiosos, ya no es necesario que los grandes capitales lleven sus inversiones y fierros para abrir fábricas fuera de los países de primer mundo, ya que basta con atraer a personas de todos los países a una plataforma donde los salarios medios son más bajos que en el país donde la plataforma está instalada.
Esta lógica de asimetría económica y política, casi un neocolonialismo, también la aplican las plataformas en los países en donde están instaladas, como Estados Unidos, Francia o China, explotando sin restricciones a sus trabajadores, ante mercados laborales locales que están saturados y ofrecen pocas posibilidades de inserción.
Los primeros ejemplos visibles fueron los de las plataformas de transporte y de delivery, como Uber, Cabify, Didi o Rappi, que llamaron a trabajadores autónomos a afiliares para constituirse como “asociados”, en una lógica laboral digital que esconde muchas caras, una más siniestra que la otra, con porcentajes abusivos, pocas obligaciones de los empleadores y la imposibilidad de sindicalización, que son solo algunas de ellas.
Las plataformas llaman a los trabajadores a ser completamente autónomos, en una visión de individualismo extremo, por supuesto capitalista, en un intento por desligar a los individuos de sus comunidades. Esta problemática se refleja claramente en estas plataformas, donde muchos trabajadores han exigido mejoras para que sea más redituable el trabajo prestado mediante las mismas.
De acuerdo con un documental reciente de DW, existen al menos 100 millones de “trabajadores del clic” que obtienen pequeñas ganancias por trabajar en alguna de estas plataformas digitales, en una imagen donde el mundo freelance y el trabajo por internet parecen un “viejo oeste” moderno, una comunidad sin ley, donde el clic más rápido podrá ganar unos centavos más que el que se queda atrás.
Esta precarización y explotación se refleja en el hecho de que en cualquier momento, sin previo aviso, puedes abandonar estas tareas, ya que no existen contratos sólidos de por medio; pero con la misma sorpresa el trabajo puede terminar o el mánager del proyecto puede dejar de enviarte tareas para realizar.
Los microtrabajos y los micropagos en las plataformas digitales.
Cientos de plataformas de trabajo han aparecido en el ámbito digital en los años recientes, con una consigna en común: buscar el perfeccionamiento de la inteligencia artificial mejorando los algoritmos, todo mediante la fuerza laboral que tú les aportarás.
En plataformas como Appen, Lionbridge, Fiiver, o en distintos tipos de aplicaciones que aparecen cada día en la red, se ofrecen oportunidades de trabajo que implican contratos de corto plazo y de naturaleza freelance. Desde grabar pequeños videos de tus mascotas o siguiendo alguna rutina de ejercicios, hasta mejorar las intenciones de búsqueda que tienen los usuarios de motores de búsqueda.
Mediante estas pequeñas tareas, que pueden tomar desde 15 minutos a 1 hora, hasta proyectos que pueden durar un mes o más, con la promesa de trabajo semanal mínimo de 10 a 20 horas, millones de personas como tú en todo el mundo están viendo en estas plataformas una salida a la precariedad laboral y salarial que inunda el mundo fuera de lo digital.
Son microtrabajos que reditúan en micropagos, con tarifas desde fracciones de centavos de dólar por la corrección de una frase para un asistente de manejo, de 1 a 3 dólares por subir un pequeño video, o pagos de hasta 6 o 7 dólares la hora en proyectos de mayor duración.
Antonio Casilli, profesor de la Escuela de Telecomunicaciones de París, explica que estas plataformas arrastran con engaños a los usuarios, haciéndoles pensar que en todas partes hay procesos y algoritmos automáticos, cuando a menudo estas tareas se realizan a mano por personas reales; engañan también a los trabajadores haciéndoles pensar que lo que están realizando no es un trabajo de verdad, sino una tarea o una asignación, algo efímero que desaparecerá en poco en tiempo, evitando así cualquier obligación legal, laboral o de seguridad social.
Lo cierto es que los grandes capitales siguen siendo los favorecidos con las mayores ganancias, explotando el talento y el esfuerzo de las personas que se ven orilladas a tomar estos microtrabajos por la falta de oportunidades en los mercados laborales tradicionales.
Así, la ilusión de “ser tu propio jefe” se cae a pedazos y en micropagos, que pueden tardar semanas y meses en ser procesados. A muchos no les ha quedado otra que creer que “con dos sencillas aplicaciones” van a poder generar ingresos, ante la falta de oportunidades en el mercado laboral tradicional.
El dilema que nos plantea esta etapa agresiva del capitalismo en la que estamos viviendo tiene que seguir discutiéndose en medio de la precariedad y la explotación.