Caso Debanhi: sin futuro para la impartición de justicia.

El caso de la muerte de la joven Debanhi Escobar, en Nuevo León, volvió a engancharnos a una realidad que no sabemos cómo procesar. El país es una fosa común donde siguen apareciendo restos de desaparecidos mientras todos vemos que la impartición de justicia no tiene ningún futuro, en medio de una atmósfera de horror, morbo, impunidad e impotencia.

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Debanhi en una foto y en una cisterna.

Desde el 9 de abril comenzamos a ver por todos lados la foto de una chica de falda y cabello largo que estaba de pie sobre la carretera, sola y en plena madrugada. Fue el día que se reportó su desaparición.

Tras permanecer 13 días desaparecida, el cuerpo de Debanhi fue encontrado «dentro de una cisterna» en la parte posterior del Motel Nueva Castilla, ubicado en el Km. 15.5 de la Carretera a Nuevo Laredo, en General Escobedo, en el norte de la zona metropolitana de Monterrey, curiosamente a poco menos de un kilómetro de las instalaciones de la fiscalía general de la República.

Con dos amigas y de fiesta en fiesta transcurrió la noche del 8 de abril para Debanhi, que fue vista por última vez horas después en la madrugada. Su decisión de acudir a fiestas, de ingerir alcohol y otras sustancias no debería cuestionarse, porque es una situación común para miles de mujeres que no por pasar el tiempo de esa manera tendrían por qué ser juzgadas.

Si bien cada persona toma sus precauciones, lo cierto es que Nuevo León tiene un reporte reciente de más de 322 denuncias de desaparición de mujeres, de las cuales 26 siguen sin desenlace, siendo el segundo estado con mayor índice de feminicidios. Ese es el contexto para las mujeres en Nuevo León.

El cuerpo de la joven fue encontrado en el fondo de esa cisterna de manera tal como si hubiera sido “sembrado” y no producto de una caída, como han sostenido las autoridades hasta el momento.

Los familiares de la joven han criticado el actuar de las autoridades por sus omisiones, su mal manejo y su poco trabajo sobre el caso, denunciando públicamente que la información que les han permitido consultar ha sido sesgada e incompleta, encontrando más cosas para analizar en medios de comunicación y redes sociales antes que en las instituciones.

Entre más días pasan las fallas y la incompetencia de las autoridades es lo único claro, mientras la titular de la Fiscalía Especializada en Feminicidios y Delitos contra las Mujeres, Griselda Núñez, afirmó que ya se investiga a los responsables de filtrar los videos que no fueron autorizados por la Fiscalía, por no ser oficiales.

El morbo en los medios y las redes.

Psíquicos, youtubers,  tik tokers y periodistas se han encargado de elaborar todo tipo de teorías alrededor del caso, sin importar que se están metiendo con la pérdida de la vida de una joven apenas mayor de edad.

El periodismo tradicional nunca dejará de lucrar con tragedias como esta. La periodista Azucena Uresti, de Milenio, difundió videos donde se observa a Debanhi discutiendo con un joven, y otras imágenes donde se ve a la muchacha en una tienda de conveniencia comprando bebidas alcohólicas. 

La periodista dijo “por respeto a la familia, no voy a revelar lo que nos han dicho extraoficialmente respecto a qué tenía el interior de la bolsa, pero nos daría una idea muy clara de lo que pudo haber sucedido”.

Tras esto, las críticas contra Uresti no se hicieron esperar, ya que usando el alcance del programa donde lee noticias revictimizó a la joven, dándole una connotación negativa a lo que llevaba en sus pertenencias.

Sumado a esto, la misma periodista de Milenio fue criticada por haber estado compartiendo información vía Whatsapp con una supuesta fuente, en una captura de pantalla que demuestra que ella «está del lado de la fiscalía».

El Dr. Rob, un reconocido psíquico que incluso ha colaborado en casos con el FBI para encontrar a personas desaparecidas, afirmó que al tener en su poder dos fotografías del caso “pudo ponerse en contacto con ella”.

Este psíquico explicó que Debanhi se metió sin querer con personas muy peligrosas pertenecientes a cárteles del narcotráfico; ella rechazó al “Jaguar” y este la violó y la mató y no es la primera vez que hace esto en ese mismo motel.

“Debanhi me dice que realmente deberían investigarlo una y otra y otra vez, y entonces encontrarán lo que buscan”, aseguró el Dr. Rob que “le dijo” Debanhi respecto al taxista que tomó la fotografía que se hizo viral y simbólica del caso. “Ella no quería ir ni hacer cosas malas, quiere que su mamá lo sepa porque hay muchos rumores sobre ella que no son ciertos”, aseveró.

Por su parte Juan Bermúdez, del sitio Periodistas Sin Censura, elaboró una investigación que arrojó que Debanhi “fue víctima de un par de narco juniors que asistieron a la misma fiesta que ellas”, quienes fueron invitados por sus amigas.

El periodista señala que Sarahí e Ivonne, sus “amigas”, le sugirieron a Debanhi que explotara su físico “sacándole lana a chavos riquitos”. De acuerdo con esta versión, Debanhi accedió a trabajar con sus amigas y esperó a que ellas le avisaran de los eventos donde hubiera asistencia de este tipo de clientes de alto perfil.

Tanto morbo alrededor ha debilitado nuestra capacidad de ser empáticos. Tan solo si realizamos un sondeo rápido en redes como YouTube y TikTok podremos darnos cuenta del tipo de búsquedas que las personas están haciendo sobre el caso Debanhi.

Las intenciones de búsqueda arrojan frases como: “debanhi bailando en la fiesta”; “foto de debanhi donde se ve tirada”; “video de como sacan a debanhi del pozo”; “último video de debanhi te dejará HELADO” … esto es lo que busca el animal morboso que liberamos cuando aparecen casos tan lamentables como el de Debanhi.

Tik tokers, periodistas, youtubers chismosos y psíquicos buscando la viralidad dando su opinión y su “teoría” respecto a lo que sucedió con Debanhi, son solo el reflejo de una sociedad moralmente despreocupada y desprovista de sentido de la justicia.

El futuro de la justicia en el país más impune.

La mayoría de quienes habitamos México tenemos la percepción de estar expuestos a cualquier crimen y a cualquier hora, con la certeza de que difícilmente se hará justicia en el caso de que nos ocurra algo. Lo más probable es que seamos revictimizados desde todos lados, sin importar el sentir de nuestras familias y allegados. 

Las autoridades no han aportado ningún dato contundente sobre la muerte de la joven, desviando la atención sin responder las preguntas clave. 

No han investigado a la empresa Alcosa, hicieron cuatro cateos sin encontrar el cadáver, no se ha permitido la entrada de peritos a la habitación donde supuestamente fue agredida por los hermanos Óscar y Gustavo Collazo, ligados al narcotráfico, a la empresa Alcosa y a figuras políticas como Mariana Rodríguez, esposa del gobernador neoleonés Samuel García.

Lo más reciente del caso -empantanado entre filtraciones a medios de comunicación- es la confirmación de los resultados de la segunda autopsia, realizada de manera independiente a iniciativa de la familia de la víctima, donde se confirmó que Debanhi fue víctima de violación y fue asesinada, lo que debería procesarse como un feminicidio.

No solo vivimos con el miedo a que algo súbito se presente y nos ponga en peligro, sino que tenemos que sumar el miedo a ser ridiculizados, cuando la muerte de una muchacha como Debanhi se vuelve combustible para el morbo y el circo mediático en redes sociales y medios de comunicación; cuando el nulo tacto de los comunicadores alimenta la banalidad con la que alguien puede llegar con la familia de la víctima a tomarse fotos, como si pasar por una tragedia con alcance nacional los convirtiera en celebridades.

No se ve un futuro con justicia en este caso por todo lo empantanado que está, y más por el interés del público en general por meterse en los detalles de una vida que no conocieron. 

Si las instituciones de impartición de justicia hicieran su trabajo de manera profesional, todos estos casos de feminicidios y desapariciones podrían resolverse en los términos legales correspondientes, sin dejar espacio para que florezcan todas estas teorías que surgen en medios y redes sociales, que como espectadores solo opinamos y damos nuestras impresiones, pero que los familiares sufren en carne propia.

Si se trata de algo circunstancial, de haber estado en el lugar y momento equivocados; si solo la explicación recae en el consumo de sustancias y el “exponerse”; si se trata de meterse en la vida personal de una muchacha de 18 años para saber a qué se dedicaba; si se relacionó o no con personas peligrosas; o si fue solamente un pequeño eslabón de una larga cadena de trata de personas que responde a figuras poderosas y a sectas, son asuntos que no deberían impedir que las autoridades hagan su trabajo.

A pesar de lo complicado que está resultando el caso, debemos exigir una impartición de justicia adecuada, y ser empáticos con la familia que sufrió la lamentable pérdida de una hija.

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