¿El Tren Maya va?
“¡El Tren Maya va porque va!”, ha sido la consigna de López Obrador para defender a capa y espada un proyecto ferroviario que unirá los estados del sureste del país, con el fin de detonar sus economías e integrarlas en beneficio de sus habitantes. ¿Pero es posible que el trazo de esta ruta ferroviaria implique el colapso ambiental en esa zona?
Si bien la llamada Riviera Maya se ha convertido en sinónimo de un turismo exclusivo y los grandes complejos hoteleros que se han instalado ahí siguen generando empleos atractivos para la población, lo cierto es que no existe una integración efectiva de las comunidades de los estados de Chiapas, Yucatán, Campeche y Quintana Roo entre sí, y parecieran estar desvinculadas del desarrollo que atraen polos como Cancún, Mérida o Playa del Carmen.
La intención del gobierno en turno es la de tratar de nivelar los indicadores de desarrollo económico y social de los estados del sur y sureste con los del centro y norte, toda vez que con los gobiernos neoliberales se marcaron muy claramente las diferencias entre el norte industrial, el centro logístico y el sur de las materias primas.
Por tanto, la toma de decisiones es determinante para decidir el futuro de esta obra, y el futuro de la región maya, que podría estar debatiéndose entre el progreso prometido o la ruina con el colapso ambiental que se cierne sobre ella.
Las rutas del tren: colapso ambiental o progreso.
Si bien en años recientes las causas ambientalistas han cobrado relevancia por señalar el pobre manejo de los recursos naturales que hacen los gobiernos, la población en general está lejos de tener conciencia plena de lo que implica la conservación del ambiente emparejada con el desarrollo económico.
El aprovechamiento de los recursos con que cuenta un territorio se ha realizado sin reparar mucho en el cuidado del entorno natural.
Sin ir muy lejos, miles de hectáreas han sido desprovistas de su fauna y flora nativas para dar paso a grandes extensiones de monocultivos, como ocurrió con la introducción de las tecnologías de la Revolución Verde en estados del norte de México, para sembrar trigo y algodón en grandes cantidades.
También se han abierto minas a cielo abierto que han contaminado mantos freáticos, y se han dado concesiones desmedidas para levantar hoteles en zonas de reserva, permitiendo el crecimiento de manchas urbanas por todo el país, sin una planeación territorial adecuada.
Es por eso que un proyecto como el del Tren Maya plantea nuevamente la disyuntiva ambiental: si la obra realmente será un motor del progreso económico y social para la región, o si solo será el detonador del colapso ambiental en un entorno tan delicado como la Península de Yucatán.
En el Tramo 5 del proyecto, que pasa por todo el estado de Quintana Roo, existe un riesgo de colapso de las vías, debido a la existencia de una red de cuevas y ríos por debajo del suelo, de acuerdo con lo que han defendido organizaciones ambientalistas.
A decir de las autoridades el trazo del ferrocarril se realizará sobre el derecho de vía del tendido eléctrico de la Comisión Federal de Electricidad, junto a la Carretera Federal 307, poniendo en riesgo no solo el mismo tren, sino el delicado equilibrio del sistema de cenotes, cavernas y ríos subterráneos en la zona.
Aunque las dependencias encargadas plantean obras de mitigación, como la reforestación en áreas urbanas y aledañas al trazado de la ruta, así como la construcción de “puentes ecológicos” para permitir el tránsito de especies sobre las vías, muchos activistas ya se han apresurado a señalar que la obra en realidad se trata de un ecocidio.
Celebridades contra el tren.
Con la etiqueta #SélvamedelTren más de 40 celebridades se pronunciaron en contra de este proyecto ferroviario, llamando a AMLO a cumplir la ley “porque el Tren Maya está destruyendo la selva” mediante la tala de árboles, la contaminación de ríos subterráneos y cenotes, amenazando a las especies locales.
A pesar de asegurar no ser adversarios del presidente, los perpetradores de esta campaña insistieron en que lo que debe prevalecer es la conservación del territorio y que para lograrlo no se necesita de un tren.
Tildados de hipócritas y “pseudo ambientalistas” los actores y famosos que se sumaron a esta campaña recibieron un sinfín de críticas, ya sea por vivir fuera del país o por nunca haberse interesado con anterioridad por los temas de conservación del territorio: “qué casualidad que hasta ahora se les ocurre levantar la voz, cuando la selva lleva décadas siendo depredada”, lamentaron muchos de estos críticos.
Lo cierto es que poco o nada se les ha visto a estos personajes haciendo frente a la privatización de playas, alzando la voz contra las concesiones mineras, exigiendo detener la devastación de la selva para construir complejos hoteleros y condominios, o concientizando sobre la contaminación del mar que dejan las descargas de aguas negras y el tráfico marítimo.
Mucho menos se han pronunciado sobre la presencia del narcotráfico y la violencia que ha generado porque, en muchos sentidos, son personajes como esos quienes mantienen la demanda del mercado de sustancias ilícitas en las fiestas de la Riviera Maya.
Sí, cada uno tiene derecho a escoger sus causas, pero debemos atenernos a las consecuencias.
Si no creen lo que estás promulgando, es porque jamás diste muestra antes de que eso te preocupara, y en el caso de estos “activistas de ocasión” solo están evidenciando su oportunismo y nulo interés por la vida de los habitantes de esas entidades.