AIFA, el aeropuerto que simboliza la discordia política en México.

¿Qué simboliza la puesta en marcha del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles? En gran medida se trata de la discordia política en la que sigue viviendo el país, donde los detractores de AMLO siguen fijándose en apariencias y nimiedades para criticar, y sus aplaudidores solo quieren pan y circo en lugar de confrontar los problemas de ejecución de los grandes proyectos de infraestructura de la actual administración.

La cancelación del NAIM, el pecado original de AMLO.

El ingeniero Javier Jiménez Espriú, anterior titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes publicó recientemente su libro “La cancelación. El pecado original de AMLO”, en donde explica las razones de la cancelación del proyecto aeroportuario en Texcoco que impulsó el gobierno de Enrique Peña Nieto; pero donde muchos críticos solo han visto justificaciones de “una mala decisión”.

Desde antes de ganar la elección, Andrés Manuel López Obrador enarboló la bandera anticorrupción y tomó como ejemplo el proyecto del NAIM, asegurando que a su llegada a la Presidencia lo primero que haría sería dar marcha atrás a una obra que ya tenía un porcentaje considerable de avance, para reafirmar que en su gobierno se combatiría la corrupción de “la mafia del poder”.

El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) nació entonces como la propuesta para borrar la mancha de corrupción del proyecto de Texcoco; pero lo que ha logrado en primer lugar ha sido representar un símbolo de la discordia política entre los detractores de AMLO y sus fieles seguidores.

Para nadie es un secreto que la figura de López Obrador ha causado encontronazos donde quiera que aparezca. Así, el AIFA solo ha sido un escenario más para ver el conflicto entre “chairos y fifís”, que se revuelcan en sus propios vituperios con cada actualización de la información sobre el AIFA, y más con su reciente inauguración.

Un aeropuerto que sigue dividiendo la identidad nacional.

No sabemos hacia dónde se dirige la polarización de la identidad nacional cuando desde Palacio Nacional se insiste en alimentar las diferencias y ver todo desde un filtro maniqueo.

En la “oposición moralmente derrotada” como gusta de llamar AMLO a sus adversarios, siguen empeñados en señalar nimiedades. Que si una comerciante ambulante vendió tlayudas durante la inauguración del aeropuerto; que si parece “una central avionera” en lugar del “megaproyecto” que se estaba construyendo en Texcoco… en fin, nada que realmente ataque los problemas de fondo que muestra esta obra.

Desde este sector se siguen escupiendo adjetivos ofensivos como “chairo”, “naco”, “morenistas”, “pejezombies” y demás, para hacer alusión a los simpatizantes de la 4T, mientras estos aplaudían a raudales mientras estaban a bordo para despegar hacia el nuevo AIFA. En una soberbia que parecía solo alimentar a la figura presidencial en su lucha contra los “fifís conservadores neoliberales”; como si AMLO representara al país en su totalidad, como si su discurso fuera el único.

En un escenario disociado como éste, el titular del Ejecutivo es quien debería tomar la batuta para llamar a la unidad nacional, para explicar de mejor manera las decisiones que ha tomado su gobierno, en lugar de gastar horas durante las mañanas en defenderse de los medios de comunicación y los periodistas “golpistas” que abundan en ellos y que lo critican mayormente por las formas y no por el fondo.

Cuestiones técnicas.

Santificado por unos y satanizado por otros, el AIFA sigue sin ser entendido en su pertinencia; el problema del transporte aéreo en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

Se trata de un problema atravesado por variantes demográficas, geológicas, hídricas, ambientales y metropolitanas. Siendo así, los defensores del proyecto en Texcoco debieron defender y justificar la instalación de un aeropuerto en esa zona, y la conveniencia en comparación con la utilización de la Base Aérea Militar de Santa Lucía.

El tráfico aéreo de la Ciudad de México no se ha recuperado a niveles previos a la pandemia, a pesar de la saturación que se había estudiado desde el sexenio de Zedillo. Además, se rebajó la calificación en materia de seguridad aérea a los aeropuertos mexicanos, lo que hace imposible que se creen nuevas rutas internacionales; todavía más, sin las vías de acceso terrestre al nuevo AIFA la infraestructura podría ser solo un “elefante blanco”.

Falta que nos expliquen la pertinencia del sistema aeroportuario de la Ciudad de México, ya que se había manejado el sistema de tres aeropuertos (AICM, AIFA y Toluca), y hasta ahora no ha quedado claro cómo interactuarán las tres terminales.

Algo que sin duda no procede es criticar que en los primeros días de su apertura el AIFA tenga poca actividad, con apenas ocho operaciones diarias; esto porque se trata de un proyecto a largo plazo, para el que se han reubicado instalaciones militares, y donde se pretende aprovechar el espacio para el impulso de parques industriales en un punto estratégico que podría beneficiar a municipios del Estado de México e Hidalgo que se han conurbado con la capital. 

Las interpretaciones de un símbolo.

Una de las interpretaciones de la trascendencia e importancia de esta obra apunta a la consolidación de la militarización del país, de una manera no tradicional sino mediante la administración de infraestructura civil y la coerción.

Respecto a esto, el periodista Carlos Loret -detractor acérrimo del actual gobierno- aseguró que hay denuncias de que mandos militares están hablando con los dueños de comercios, restaurantes y casas de cambio del aeropuerto actual amenazándolos con usar argumentos de “seguridad nacional” para reubicarlos en zonas menos atractivas de la terminal si no se instalan “por las buenas” en el AIFA.

Con una política de seguridad que no ha diferido desde el gobierno de Felipe Calderón con el Ejército Mexicano haciendo labores de seguridad pública, el actual gobierno de la 4T le ha dado la vuelta a este asunto mediante su discurso; pero en la realidad sigue manteniendo la presencia militar en la vida diaria del país, y ahora con este aeropuerto -que tendrá una administración castrense- para muchos simboliza la reafirmación del autoritarismo presidencial.

También puede verse en la celeridad para inaugurar la primera etapa de esta magna obra la intención de López Obrador de llegar a la consulta de revocación de mandato con un mejor posicionamiento, entregando una obra en el “tiempo y forma” que se había comprometido, defendiendo sus principios de eficiencia y austeridad.

Sumado a esto, el arropo que le dieron grandes empresarios del país a esta obra también ha sorprendido a propios y extraños. Tanto el magnate Carlos Slim como el presidente de Banorte, Carlos Hank González destacaron la magnitud de la obra y el tiempo récord en que fue entregada; mientras representantes de Televisa y del Consejo Coordinador Empresarial aplaudieron la participación de empresas nacionales que reflejan la apuesta por la economía local.

Si lo pensamos detenidamente, nos daremos cuenta de que sea cual sea la ideología que esté ejerciendo el poder, el capital siempre mostrará lealtad con los contratos y las ganancias que las obras de gran magnitud puedan dejarle. 

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