La droga legal más peligrosa.
En sentido estricto el alcohol es una droga, probablemente la sustancia legal que más muertes ocasiona en todo el mundo, provocando un promedio de tres millones de muertes por año.
Anteriormente, te platicamos sobre el mindful drinking y algunos de los beneficios que tiene el tomar conciencia de la manera en la que consumimos alcohol, para no echar en saco roto las recomendaciones que de sobra sabemos, como el ser moderados con las bebidas para evitar caer en comportamientos de los cuales muy probablemente nos arrepentiremos al día siguiente.
El cuerpo y el cerebro son profundamente afectados por el consumo excesivo de alcohol, y muy pocas veces reparamos en todos los efectos adversos que esto puede ocasionarnos. Si no nos vemos a nosotros mismos tirados en la banqueta, tosiendo y escupiendo sangre y pedazos de hígado, entonces creemos que estamos bien, que lo que tomamos no nos está causando ese efecto.
Esa imagen extrema en la que juramos que jamás nos veremos reflejados, oculta el recordatorio que debemos tener presente sobre la posibilidad de que nuestro consumo de alcohol -aunque sea de manera ocasional o social- puede inducirnos a padecer enfermedades cardiovasculares, cáncer, desórdenes mentales y muchos otros padecimientos.
Incluso cifras de organismos internacionales señalan que el 90% de las personas que consumen alcohol ignoran que esta sustancia es uno de los principales causantes de cáncer.
En palabras del Dr. Samuel Ball, del Centro Nacional de Adicciones y Abuso de Sustancias de la Universidad de Columbia, el alcohol es una de las drogas más destructivas y se ensaña especialmente con partes del cuerpo y órganos específicos. La dependencia crónica de alcohol puede tener efectos negativos en las funciones cognitivas, en la memoria y en la coordinación motriz.
El alcohol amenaza al cerebro.
Son muy complejos los efectos que puede tener el alcohol en el cerebro, en específico si pensamos en que el etanol como sustancia activa es el causante de diversas afecciones.
El alcohol está clasificado como un depresor del sistema nervioso central, y al ser consumido comienza por inhibir la actividad cerebral, lo que se ve reflejado al principio con movimientos torpes y una voz arrastrada, señales que empiezan a delatar que ya te estás poniendo borracho.
La sensación de placer que nos invade cuando ya tenemos unas copas encima se debe a que el alcohol induce la liberación de dopamina y aumenta los niveles de serotonina, que puede definirse como un neurotransmisor relacionado con la regulación de nuestro estado de ánimo.
Con la tensión entre cargas positivas y negativas que pueden disparar o inhibir ciertas reacciones neuronales, el equilibrio entre la excitación por los estímulos o la inhibición de algunas reacciones es esencial para que el cerebro cumpla sus funciones con normalidad.
Así, el consumo de alcohol en el corto plazo puede interrumpir este equilibrio, incrementando las funciones inhibitorias y bajando las funciones de excitación en las neuronas, sumergiéndolas en un efecto sedante.
De acuerdo con la concentración de etanol en la sangre, el efecto depresor del alcohol puede ir desde una leve sensación de somnolencia hasta un desmayo, o incluso inducir una insuficiencia respiratoria que culmine en la muerte.
Por otro lado, el consumo crónico y a largo plazo del alcohol podría tener un efecto opuesto a nivel cerebral, debido a una inhibición sostenida causada por el consumo prolongado que habilita una respuesta de adaptación del cerebro a estos patrones de consumo, llegando a la adicción necesaria para tratar de mantener un equilibrio artificial de las funciones y reacciones del cerebro.
Cuando a una persona en condiciones de alcoholismo se le retira el suministro de manera abrupta es cuando aparecerá el síndrome de abstinencia, caracterizado por síntomas como temblores constantes, convulsiones, alucinaciones, agitación y confusión.
Aunque nos cueste aceptarlo, no existe una frontera identificable que separe la diversión inofensiva que podemos tener tomando un poco en una fiesta, del precipicio de alcoholismo crónico en el que podemos caer.
Sin estar plenamente consciente, en tu peor cruda ya has enfrentado varias de estas amenazas que el alcohol representa para el cuerpo y el cerebro. Recuerda que todo está en el equilibrio.