El futuro de los rótulos y la gráfica popular amenazado por la ignorancia.

Detrás de los rótulos que vemos en puestos fijos y semifijos de comida en las aceras de las ciudades y en los que son pintados en bardas para anunciarnos un evento próximo, está la expresión de la gráfica popular que, nos guste o no, habla de la identidad cultural de nuestro entorno. Ahora, ese imaginario está amenazado por las maniobras políticas de dirigentes ignorantes que en su ambición están atentando contra el futuro de la expresión de un oficio artesanal.

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Ignorancia y autoritarismo contra los rótulos.

La alcaldía Cuauhtémoc es el corazón de la Ciudad de México y en muchos sentidos también lo es del país.

Por eso el hecho de que la titular de esta demarcación, Sandra Cuevas, haya tomado la drástica medida de “limpiar” las calles quitando los rótulos que adornan puestos fijos y semifijos de comida y otros servicios ha generado tanta polémica.

Desde el mes de abril personal de la alcaldía exigió a los comerciantes borrar sus rótulos y publicidad para pintar los puestos de blanco y colocar el logotipo y eslogan de la alcaldía Cuauhtémoc, claro, exigiéndoles cubrir a ellos los gastos del material.

“No estamos quitando el trabajo, pero sí es mi obligación dar una mejor imagen a los que viven en la alcaldía, se trata de limpieza y orden”, afirmó la alcaldesa.

En este afán por limpiar y ordenar, todos los gobiernos han intentado controlar la ciudad metiéndose con su imagen, con lo que escuchamos y con la manera que tenemos de divertirnos y de disfrutar la urbe.

Desde los cuarenta cuando se quitaron los murales de las pulquerías, el cierre de cafés cantantes en los sesenta, hasta la prohibición de los narcocorridos y la homogenización de fachadas en pueblos mágicos más recientemente, siempre existe un intento por controlar todo lo que vemos, oímos o sentimos.

Quizá lo que políticos como Sandra Cuevas ignoran es que los rótulos en la gráfica popular datan al menos de mediados del siglo XIX, y que forman parte de una expresión visual que llegó a México desde Europa.

Artistas trascendentes como Johannes Vermeer, el célebre pintor flamenco reconocido por su obra La joven de la perla, que durante muchos años se mantuvo de pintar rótulos para mantener a su numerosa familia, o Francisco Goya, el famoso pintor español que durante algún tiempo trabajó pintando cartones en una fábrica de tapices en Madrid, confirman la importancia de mantener las tradiciones de la gráfica popular, tanto como expresión artística como medio de vida.

La importancia de rotular.

Los rótulos son un vehículo mediante el cual se difunde información, se da promoción y propaganda para los negocios, por lo que su utilidad está justificada.

Hay muchos rotulistas con una caligrafía digna de ser exhibida en museos, pero la utilidad de su trabajo está en la calle para que todos se beneficien de él.

Les guste o no a quienes están en posiciones de poder y quisieran ver arte más elevado, los rótulos y la gráfica popular son elementos identitarios para el pueblo mexicano, y simplemente por esa razón deben ser conservados porque ahí es donde está su valor.

La gráfica popular urbana describe muy bien la atmósfera de la ciudad, una manera de comunicar el imaginario de la vida en la urbe.

José Clemente Orozco sabía esto y tenía la aspiración estética de que su trabajo pudiera verse en las cantinas y las pulquerías, donde se pintaba al fresco, mojando la pared para dibujar sobre ella y que la obra quedara lista en cuestión de unas horas.

De ahí la gravedad de eliminar con este gesto autoritario un oficio artesanal que se está perdiendo por la llegada de nuevos materiales y técnicas.

Son pocos los propietarios de negocios que actualmente encargan a pintores y rotulistas el adorno de sus fachadas, y esto deja en la incertidumbre tanto a viejos maestros rotulistas como a jóvenes cuyo único ingreso muchas veces depende de una encomienda para pintar un puesto o fachada.

El oficio del rotulista no es nada fácil porque implica años de dedicación, donde los maestros que llevan décadas ejerciéndolo almacenan en su mente todo un catálogo de tipografías y contrastes de colores precisos que ilustran la cosmovisión del folklore urbano.

Muchos rotulistas ya trabajan con moldes y son pocos quienes siguen improvisando e innovando en sus tipografías, o que tengan un dominio pleno de su caligrafía, por lo cual la acción de la alcaldía Cuauhtémoc pone más en riesgo la sobrevivencia de esta expresión.

Conservar un oficio para el futuro.

Es de vital importancia conservar el oficio que ejercen los rotulistas, en vista de la pobreza que muchas veces exhibe la publicidad moderna, con espectaculares y anuncios en paradas de autobús, vayas y otros medios, donde ahí no es cuestionada la calidad del arte y el diseño que se muestra. 

Si la publicidad es lo que inunda las ciudades y las satura generando contaminación visual y de desechos, desde el flyer que te entregan a la salida del metro, los pasquines con ofertas del supermercado o los espectaculares vulgares y muchas veces desconectados de la idiosincrasia del público, ¿por qué no se regulan con el mismo autoritarismo con el que se emprendió contra los puestos rotulados?

Curiosamente los puestos pintados con logotipos de periódicos y otras marcas comerciales no fueron intervenidos por la alcaldía, que creyó prudente por alguna razón que los rótulos como Coca Cola, Esto o Milenio sí merecen ser conservados.

No importa si para ti los rótulos y la gráfica popular son arte o no; si están en la frontera entre la improvisación y lo kitsch; si son parte del “art nacó” o si deben ser resguardados en museos, intervenidos in situ o archivados. Nadie debe negarles el derecho a existir.

Que esta polémica nos recuerde que quienes están en el ejercicio del poder muchas veces son ignorantes y reniegan de la cultura del lugar al que supuestamente representan; pero que también nos permita revalorar el oficio de los artesanos de la imagen para que tengan mejores oportunidades de trabajo y no vean amenazado su futuro.

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