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Ghislaine Maxwell, el chivo expiatorio de las élites depravadas. - Blow

Ghislaine Maxwell, el chivo expiatorio de las élites depravadas.

No podemos ignorar que la historia compartida entre Ghislaine Maxwell y Jeffrey Epstein delinea muy bien los vicios más bajos de las élites que detentan los espacios de influencia y poder en todo el mundo. Para cubrir su rastro de depravación, estas élites se han encargado de mantener en secreto las declaraciones que Maxwell hizo durante el juicio donde fue imputada por tráfico de menores con fines sexuales, en un intento por convertirla en su chivo expiatorio.

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Depravación de altos vuelos.

Siempre ha sido una tarea complicada el estudio del comportamiento de las élites dentro de cualquier sociedad.

Las referencias sobre lo que acontece en sus reuniones secretas muchas veces las construimos a partir de películas o historias que no nos constan, por la incapacidad que la mayoría tenemos de acceder a esas esferas de convivencia.

En Eyes wide shut (1999) Stanley Kubrick se encargó de mostrarnos parte de esa vida secreta y decadente que llevan quienes están dentro de esos grupos, retratando toda una variedad de códigos, extravagancias, fiestas y orgías exclusivas donde se trafica con la voluntad de las personas que llegan a caer en sus garras.

Tras este antecedente mostrado por el cine, la irrupción mediática del caso Jeffrey Epstein hizo que volteáramos nuevamente para mirar la decadencia de la élite mundial en su necesidad de saciar sus instintos más bajos.

Saber de la existencia de una “isla de la pedofilia” -enclavada en las Islas Vírgenes de Estados Unidos- a la que Epstein llevaba en su avión privado a sus influyentes y asquerosamente ricos amigos para que departieran con menores de edad llevados ahí con engaños o a la fuerza, solo nos hace pensar que eso es lo menos escandaloso del caso.

Una misteriosa y peculiar construcción pintada en azul y blanco, una especie de templo que se localiza en la isla privada de Epstein, fue el detalle que dio rienda suelta a la especulación y teorías de conspiración alrededor de lo que ahí ocurría, sobre qué hacen y cómo pasan el tiempo las élites.

Una entrada a una guarida subterránea o al inframundo; el altar de adoración para una deidad antigua; un monumento a la depredación sexual, en fin, todo tipo de explicaciones y elucubraciones generó la noticia de la existencia de esa estructura en la isla caribeña de Epstein.

Rasgando un poco el velo con el que se ha querido cubrir esta historia, es fácil fantasear e imaginar qué hacen las élites en sitios como esos. Para muchos teóricos de la conspiración, podría tratarse de alusiones crípticas a deidades paganas que les exigen a los millonarios el abuso sexual y el asesinato de niños para entregarlos como ofrendas.

¿Es así de oscura la depravación de altos vuelos que se desarrolla en esas esferas? Sea como sea, estas élites necesitan de proveedores de iniquidades que satisfagan todas sus extravagancias. Uno de esos fue Jeffrey Epstein, ayudado por su inseparable Ghislaine Maxwell.

A Epstein lo suicidaron.

El magnate y empresario Jeffrey Epstein fue acusado de ser la mente maestra detrás de toda una red internacional de tráfico sexual, que acumuló una grosera cantidad de recursos desde fuentes inexplicables. Organizó toda su carrera profesional y su vida privada en torno a la proveeduría de ese tipo de servicios para la élite global.

Luego de ser capturado por las autoridades y mientras aguardaba su juicio, la aparición de Epstein “suicidado” dejó conmocionado a todo el mundo. Con esta última y trágica escena se pensó que se daría por terminado uno de los capítulos más aberrantes en la historia de los abusos sexuales.

En una prisión de máxima seguridad con mecanismos anti-suicidios, con un guardia que se quedó dormido y donde las cámaras de seguridad fallaron; ahí, en tiempo récord y con una cobija que no debería haber estado en la celda, Epstein “se suicidó”.

Cuando esperaba el juicio en su contra por las acusaciones por delitos sexuales, Epstein aconsejó a su compañera Ghislaine Maxwell “salir con la cabeza en alto” porque consideraba que ella no tenía nada que temer.

Todavía siguen generándose dudas sobre la naturaleza de la relación que la hija del magnate Robert Maxwell sostuvo con Epstein. Si fueron pareja o no, o simplemente amigos, lo cierto es que su relación es la pieza clave para explicar el comportamiento depredador que ambos fueron adquiriendo, y que los llevó finalmente a aliarse para atraer víctimas jóvenes con fines de abuso sexual.

El juicio secreto de un chivo expiatorio.

La defensa de Maxwell asegura que la han tomado como chivo expiatorio por los delitos de otras personas, aprovechando todo el revuelo que ha ocasionado el caso. Ghislaine podría pasar el resto de su vida en prisión si recibe la condena máxima de 65 años.

Anticipado como el juicio más esperado del siglo, el proceso contra Maxwell fue realizado casi en total secrecía. De repente, solo se notificó que fue encontrada culpable y cualquier grabación del testimonio que rindió ante la justicia seguramente nunca lo vamos a conocer, o si sí, -como apuntó el youtuber Dross- imagínate lo editado que estará.

Culpable de cinco de los seis cargos que se le imputaron, entre ellos el tráfico sexual de una menor, causa un poco de satisfacción que nadie por poderoso o influyente que se crea, puede estar fuera del radar de la justicia. Pero esta justicia muchas veces no castiga al mal que sigue operando encubierto.

Todo lo que ella sabe y presenció, las orgías con niños donde convivieron artistas famosos, grandes empresarios y políticos, no lo tenemos detallado como se esperaba a raíz del proceso en su contra. La justificación del sistema judicial estadounidense fue hacer el juicio bajo llave “para proteger la identidad de las víctimas” de Jeffrey Epstein, cuando muchas de ellas querían ser visibles.

¿Cómo se defendió? ¿Qué dijo? No la dejaron hablar con la prensa ni apareció en ningún programa de televisión, ni ofreció rueda de prensa alguna. Solo fue culpada por el sistema, el mismo sistema que “suicidó” a Epstein.

La única testigo de todas las aberraciones de la élite ha sido condenada y su amigo está muerto.

Es el chivo expiatorio perfecto para que no tengamos la certeza de la suciedad de los secretos de las élites que, aunque se esfuerzan en ocultarnos lo que hacen, poco a poco vamos dándonos cuenta de su verdadero rostro.

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